De Jaén a Barcelona

    23 ene 2020 / 08:40 H.
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    Cuando se levanta a estirar las piernas, el otro (sea éste el fraile sentado frente a mí o sea yo mismo) aprovecha y hace lo propio, proyectándolas desde el asiento hacia adelante. Ha pasado la camarera del AVE ofreciendo refrescos; el elástico oprime el trasero de la chica que arrastra el carrito. La miro y continúo mirándola embebido en mis pensamientos. El viajero profesional se entretiene con cosas anodinas. En otros tiempos no había tregua ni respiro. Los bebés de pecho berrean con desconsuelo y los más crecidos y traviesos agarran moscas con la mano y las atan por el rabo. El tren de Jaén traquetea y traquetea, tragando y tragando trancos de trecho en trecho. Las abuelas sacan la fiambrera con tortilla y queso ¿usted gusta? ¿Quiere gaseosa? ¿Prefiere un trago de valdepeñas? Si es al mediodía, echa mano de la talega y el almuerzo se completa con filetes empanados y carne con tomate. Vuelvo en mí con una sonrisa en el rostro. El monje de enfrente me ha sorprendido mirando a la camarera. Levanto la muñeca y consulto la hora, aunque está en pantalla frente a mí y yo acabo de verla. ¿Queda mucho para Barcelona?

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