Dame PAC y dime tonto

29 ene 2022 / 13:00 H.
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A través de la Política Agraria Común, las explotaciones agrícolas reciben una ayuda de la Unión Europea cuyo objetivo es procurar la rentabilidad de estas. No podemos negar la influencia que estos incentivos tienen en la economía de nuestra provincia, eminentemente agrícola, pero sería un error valorarla exclusivamente por el montante total que llega. Es indignante que millones de estas ayudas se destinan a salones de té, piscinas privadas en chalés de la costa azul, o inversiones financieras en valores bursátiles del Nasdaq. El desarrollo económico y social de nuestra provincia seguirá languideciendo, con unas reglas de juego en el que ganan los que más tienen e invitan al resto a abandonar, arrastrándonos a esa espiral de pérdida de población que venimos padeciendo. Igualmente, es un error aplaudir que minúsculas cantidades de dinero lleguen a propietarios cuyas fincas apenas contribuyen con una renta complementaria a su fuente principal de ingresos.

La ausencia de búsqueda de rentabilidad de estas pequeñas explotaciones,
cuyo objetivo es proporcionar “el aceite del año” son del todo deficitarias con más o menos ayudas.

Una ayuda es más eficiente en la medida en que se destine a la actividad en sí. Esa reinversión permitirá escalar en lo que más adolece nuestro campo que es gestión empresarial; es decir, innovación, calidad, competitividad y productividad. Y serán estas apuestas las que generarán empleo, responsabilidad ambiental y asentamiento de la población.

Es inasumible que un sistema de incentivos financie inversiones de grandes propietarios en otras latitudes en busca de costes más bajos. Al igual que no podemos permitir subvencionar un sistema que se basa en la subsistencia, aferrándonos a parámetros más emocionales que sostenibles. La actual reforma de la PAC debería atajar estos problemas, sin embargo, la propuesta actual perjudica a aquellas explotaciones medianas que son el verdadero y único medio de vida para sus propietarios, justamente aquellas que más garantizan la reinversión y la apuesta por la actividad.

Por el contrario, cualquier ataque a grandes productores resultará inútil, pues estos reaccionarán reduciendo explotaciones mediante la creación de sociedades de sociedades formando opacos holding empresariales. Son tres los componentes de esta PAC: el pago básico, los ecoesquemas y la ayuda redistributiva. Con el primero de ellos, que mide producción y hectáreas, pierden comarcas de la provincia como el Condado, la Loma y las Sierras de Segura y Cazorla. Los que más ganan son regiones, como Aragón, con explotaciones casi abandonadas de escasa productividad, en las que se genera poco, pero se reinvierte menos. El olivar de Jaén sale perjudicado porque produce más, pero olvidan que es gracias al riego, a los abonos y al cuidado a modo de empleo que genera. No es una ayuda al precio, sino a la renta, es decir, al resultado.

Con el segundo, los ecoesquemas, que exige el picado de los restos de poda y la cubierta vegetal, pierden todos pues supone un 25% del primero, beneficiando de nuevo a los cultivos leñosos abandonados. Con el tercero, contradictoriamente, pierden justo los jóvenes a los que la UE les ha exigido una UTA con un mínimo de quince hectáreas y 1.920 horas de trabajo.

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