Cuentos chinos alcalaínos XXII

    29 oct 2025 / 08:40 H.
    Ver comentarios

    Dani lo miró, intrigado y dijo: —¿Y qué valores crees que nos están faltando? —Escucha —respondió su abuelo—. Te contaré una historia. En 1978, España todavía estaba descubriendo cómo ser libre. Yo tenía 36 años, trabajaba como cagarrache en el molino de Enrique “El Pollo”, y con tu abuela habíamos conseguido alquilar nuestra primera casa en Alcalá. En el barrio de la Tejuela, nadie tenía mucho. Pero todos teníamos algo en común: nos cuidábamos. Cuando un niño se caía en la calle, era la abuela de enfrente la que lo levantaba. El valor que más fuerte latía en nosotros era la solidaridad. Era natural. No hacía falta nombrarla. Simplemente, estaba. Y también estaba el respeto. No importaba si pensabas distinto. Podías discutir, pero sin despreciar. Aprendías a escuchar, aunque no estuvieras de acuerdo. Dani lo interrumpió, sorprendido: —Pero eso... ahora es justo lo que más falta. En redes, la gente discute por todo. Se insultan, se cancelan, nadie escucha a nadie. —Lo sé —dijo Antonio—. Por eso te lo cuento. Quiero que sepas que lo que falta no se perdió... está dormido. Y despertarlo depende de ti, de los tuyos, de los jóvenes. Dani se removió. Algo dentro de él se agitaba, como si
    una semilla empezara a brotar.

    Articulistas