Cuentos chinos alcalaínos XXII

    12 nov 2025 / 07:56 H.
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    El agua hierve en la caldera sobre una avivada lumbre que no sólo alumbrará la madrugada sino también el anochecer, y es que, en Alcalá la Real, el primer día de matanza no se acaba hasta que están cocidas las morcillas. Los matanceros, mientras vierten agua de la caldera, preparan las cucharas para pelar los cochinos, —¡vamos que se nos pasa!— sin perder un solo instante quitan pezuñas, que servirán para hacer cascabeles en Navidad, así como las vejigas para hacer las zambombas. Una vez pelado, el cerdo se abre, y las mujeres se afanan en limpiar las tripas, donde al día siguiente se llenará el chorizo y salchichón, y entre “testuzos” y pies, un trago de aguardiente y un mantecado, antesala de vino del terreno con boquerones fritos. La matanza es una fiesta donde se reúnen familiares, vecinos, amigos y conocidos para echar una mano, a mediodía se come la sopa echa con la sangre, que se cata una vez al año. Entre risas se hace la morcilla porque dicen que si no se hace alguna broma no sale con gracia, así un día duro se convierte en deseado porque “Cuando el esfuerzo se comparte y las sonrisas acompañan, hasta el trabajo más pesado se disfruta.”

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