Como agua de mayo

01 may 2021 / 10:51 H.
Ver comentarios

La provincia de Jaén afronta el mes de mayo en pleno proceso reivindicativo. La ciudad se moviliza en defensa del cerro de la Fuente de la Peña, los agricultores se manifiestan por una PAC más justa y la sociedad apoya financieramente iniciativas contra decisiones gubernamentales. Cómo estará la cosa que hasta los empresarios promueven una huelga reivindicando atención preferente y acciones concretas para la provincia de Jaén. El de abril se ha despedido con el indicador que más repercusión tiene en esta corriente de irritación. Nos referimos al paro que en el primer trimestre de 2021 crece en 1.300 personas respecto a la cifra que teníamos en el mismo periodo del año anterior, a pesar de que el sector agrario ha maquillado la cifra por la excelente campaña oleícola en términos de producción. El verdadero motor de esta indignación está en la calidad de este trabajo. El sector agrario apenas arregla las estadísticas en cuatro meses al año lo que genera inestabilidad que ya no compensa con los cuatro oficios que se puedan desempeñar en lo que queda de año. Lejos de sumirnos en la derrota, todas estas exhibiciones de indignación son verdaderas expresiones de vida que se abren paso en una neblina de tristeza que a veces provocamos con la decepción de nuestros propios resoplidos. Este sentimiento de unidad nos hace indestructibles. Ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos. Hasta las grandes fieras se ven amenazadas por enjambres de pequeños insectos. Pero no debemos equivocarnos en intentar dirigir esa incontrolada fuerza colectiva. Nuestros adversarios no son los políticos, de un partido u otro, ni las comunidades autónomas más nacionalistas, ni las empresas de aquí que invierten poco, ni las multinacionales de allí con sede en Irlanda. Lo más inquietante es que nuestro principal enemigo somos nosotros mismos. Ese sentimiento de escasa capacidad de adaptación a los nuevos tiempos, ese que nos aferra a quedarnos bajo un olivo gritando “¿quién se ha llevado mi queso?”, ese que invierte cien euros en lotería para salir de la pobreza, ese que nos hace anhelar la felicidad con la ataraxia que genera un puesto de funcionario, o ese sentimiento del que piensa que no hay más salida que coger una maleta y espera convencido en el andén de una estación de ferrocarril con un billete sólo de ida. La colectividad que generan estas reivindicaciones nos enfrenta principalmente a nosotros mismos, porque arrincona nuestros miedos, esos miedos que nos paralizan y nos hacen callar para dormir tranquilos. Esa proactividad de movernos juntos antes de caernos solos nos enfrenta al letargo del conservadurismo perpetuo. Esa exhibición de conjunto nos reafirma en un pensamiento positivo frente a esa teoría de reglas impuestas que justifican el cero como el más positivo de los negativos. Ese orgullo local cantado a modo de himno nos insufla el espíritu innovador que tanto necesita nuestra tierra. Tan sólo aquellos que se ven favorecidos por una población sumisa pueden temer por estas exhibiciones de indignación. Los grandes progresos de la sociedad se han logrado por el impulso de una sociedad que, de forma democrática, y a veces espontánea, ha sabido alejarse del adoctrinamiento de los grandes poderes, que siempre han impuesto la dictadura de la demagogia. Por todo ello, sean bien recibidos estos latidos de sociedad que vienen como agua de mayo.

Articulistas