Cocina “negra” y crimen

    22 mar 2025 / 10:09 H.
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    Me reconozco aficionado a la novela negra, a ese entramado de detectives, mafiosos, asesinos, víctimas, espías y todo ello aderezado en multitud de ocasiones por comidas, recetas, banquetes o aromas de cocina. Dentro de mis lecturas del género siempre he colocado en el pedestal primigenio a Manuel Vázquez Montalbán, sin olvidar a George Simenon.

    Hablando de Vázquez Montalbán cómo no mencionar a su Pepe Carvalho y a ese libro, casi biblia, que es “Las recetas de Carvalho” publicado por Planeta y en cuya publicidad se decía algo así como “La cocina es, como la literatura, otra manera de crear mundos imaginarios”. Siguiendo con Maigret/Simenon, recordémosle por las brasseries de París con un chupito de calvados e hincándole el diente a unas salchichas alsacianas o a un fragante guiso de cordero.

    Para muestra no bastan un par botones. Ahora que se está celebrando en Barcelona el festival BCNegra —aunque ya se habrá clausurado cuando estas líneas se publiquen— hemos tenido la alegría de ver reeditada esa joya que es “Manual práctico de Cocina Negra y Criminal” que apareció allá por 2004 de la mano de Montse Clavé y Paco Camarasa. En sus páginas hay recetas incardinadas con pasajes de novelas, con personajes que las preparan, disfrutan, utilizan u observan. Se habla del “conejo a la cazadora” que degusta el comisario Montalbano, de la Caldeirada del ya citado Vázquez Montalbán, de la sopa de cebolla de —otra vez— Maigret o, en el otro verbo de la gastronomía junto con el “comer”, es decir, el “beber” podemos dejar que nos recorra las papilas gustativas, saboreándolo como merece, un café irlandés con Philip Marlowe, un Talisker single malt con Sam Spade o un Bloody Mary de los que salpican muchas páginas de este género y de algunos otros.

    Nuestro Alonso Quijano ya navega por las cocinas de la mano de Cervantes y a Agatha Christie se le ocurrió que una copa de coñac, un sandwich o un muffin con mermelada de naranja podían ser la clave de un asesinato. El listado podría ser eterno. Crimen y cocina se funden en una orgiástica melee y personajes y escenario se hacen uno: En la cocina se preparan alimentos que necesitamos para vivir, pero en las manos adecuadas también se generan en ese generalmente ambiente cálido, platillos envenenados o se plantan las bases para el asesinato de rigor. Esa fusión nos suele interesar mucho a los lectores especialmente cuando, además, se incluyen panorámicas que nos pasean, entre disparo, huida, cadáveres o conspiraciones, por la gastronomía del lugar. Por volver a Montalbano, o mejor a Andrea Camilleri, las descripciones de platos típicos sicilianos nos hacen casi aspirar el aire de la isla: caponata de berenjena, falsomagro, arancino o los cannoli.

    Si pensamos en Donna Leon, su comisario Guido Brunetti circula por Venecia y su esposa, Paola, nos sumerge en la cocina tradicional de la zona con el risotto al nero di seppia —risotto con tinta de calamar— o los spaghetti alle vongole —espaguetis con almejas— para que su querido esposo no solo se alimente sino que crea entre ambos momentos de agradable intercambio familiar. Nero Wolfe, otro detective creado por Rex Stout, es un gastrónomo al que incluso su físico delata.

    Quienes no hayan leído alguna de sus aventuras quizá lo recuerden en la televisión de los noventa interpretado por un orondo William Conrad. Este personaje que casi nunca sale de su apartamento y que va montando el rompecabezas de los casos a base de pistas que le buscan sus asociados, tenía una cocina de alta tecnología para la época y allí no solo preparaba las exquisiteces que le eran propias, sino que iba madurando la resolución de los mil y un casos que se le presentaban. Un toque exótico nos espera en las obras de Alexander McCall Smith con su Detective Precious Ramotswe y los platos típicos de Botswana.

    Dejamos ya a los detectives “cocinando” a fuego lento esos platillos que, quizá, sean pistas a seguir o, al menos, nos mostrarán su lado humano más allá de la sangre de la víctima que investigan.



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