Cenizas verticales

    03 mar 2024 / 09:49 H.
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    No es fácil salir de la conmoción que supuso el incendio de Valencia, desde que hace una semana las televisiones rompieran el ocio de sus magazines con el urgente suceso que ha costado la vida a diez personas, dos de ellas niños de muy corta edad. Cuesta asumir la rapidez con que, al parecer, un pequeño accidente eléctrico fulminó la rutina de tantas familias que habitaban una construcción aparentemente moderna y segura. Más allá de la responsabilidad que diriman las investigaciones y pasados los duelos en los mástiles, este golpe del azar vuelve a desnudar la debilidad de los grandes principios que sostienen nuestra sociedad de consumo. La conciencia humana ha sucumbido a los constructos de una belleza superflua, capaz de alimentarse, por un módico precio, con asuntos de usar y tirar, pero que apenas oponen resistencia a los desafíos de nuestra época. Vivimos en la cultura de lo inmediato, esclavizados por rutinas que nos alejan de todo lo que, a prueba de chispazos indolentes, fortifica esa “urna silenciosa del espíritu”, de la que hablaba el joven Keats y cuyas cenizas serán algún día testamento de una libertad que no supimos —o quisimos— ejercer con la debida valentía.

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