Catetismo ilustrado

    07 ago 2025 / 09:01 H.
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    Lo dice un viejo compañero, emulando a los pensadores y gobernantes europeos del XVIII, que enarbolaron el lema “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, como principio trascendental del denominado “Despotismo Ilustrado”. Lo que pasa es que mi querido e ingenioso amigo emplea el disparate en casi todo lo aplicable, poquísimas veces en la política y mucho más en lo cotidiano. Como persona inteligente que lo es, todavía nos provoca sonrisas con sus finas ironías. Sabemos que siempre ha habido unas reglas que cumplir en la aplicación de la creatividad, sin que esto suponga que permanentemente haya que seguir a pie juntillas la normativa. Todo ha dependido de las distintas corrientes estéticas, impuestas o aceptadas, a lo largo del tiempo. Suponemos que estos principios fueron aceptados, en su mayoría, al reconocer en ellos una serie de ventajas, gustos, creatividad, y modismos que eran comunes para cada sociedad. Pero... ¿entonces? Pues eso. Con la actual autosuficiencia, creciente y engreída, todo el mundo se figura ser un genio, original, perfecto, impecable, creativo, con autoridad... Y como denominador, la libertad de expresión.
    La verdad es que el planteamiento es atrayente, pero... Dije más arriba lo de los
    paradigmas. Creo que, en base a la libertad, hay que sonreír.

    Así, sonreímos ante un aprendiz de cocinero que presume de haber elaborado la receta nunca vista. Sonreímos ante el jardinero que convierte el paisaje de la ciudad en uno que vio en una revista de no sé dónde, sin tener en cuenta el clima o la vegetación característica de la zona. Sonreímos ante el proyecto de un arquitecto que pretende transformar los edificios de la ciudad para que se parezcan a los de Amberes, en donde estuvo una vez de viaje. Sonreímos ante el contertulio de cualquier televisión, que habla ex cátedra y da solución al referirse a la política nacional o internacional. Sonreímos ante las nuevas urbanizaciones, aspirantes a parecer grandes urbes, perdiendo el auténtico sabor de la región. Sonreímos ante algunas decisiones absurdas y de mal gusto, que se sustentan n una supuesta originalidad, avance tecnológico y modernidad. Sonreímos ante la estética de un escaparate, de una moda, de una partitura... Casi todo el mundo presume saber de esto o de lo otro más que nadie. El catetismo ilustrado es, para nuestro pesar y sensibilidad, una realidad de los tiempos.

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