Casa de vinos

    02 ago 2021 / 16:32 H.
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    Por esta casa asomas siempre que puedes y está abierta, claro, en ocasiones, cuando la normativa no lo impide y a su dueño le cuadra buenamente ponerse el mandilón. Aquí te sientes vivo bebiendo despacio, reiniciando tu sistema en silencio, leyendo algún periódico en papel o mirando aquello que se calla el dueño cuando alguno de sus clientes larga a voces de políticos, negocios o artistas que nunca podrán llegar a nada. Chsss.

    El tabernero es hombre tranquilo y de fiar: ha oído gruñir a demasiada gente tras ponerla estupenda poco antes de llenarle la penúltima, sin más consuelo a la vista que salir sin sentirse humillada, ya echadas las trancas de los dos portones de la casa, descorridas sus cortinas, jaula entonces de hechiceros en paro, con una luz, mediatarde en ciernes, de tabaco y oro que se da otra tregua para exponerse a cualquier calamidad. Chsss.

    Guarda esta casa, en una urna, un jamón que indultó su clientela al acabar la Guerra del 14. En su bodega deja oír el agua del raudal de Santa María su pureza corriendo. El dueño de esta taberna nunca quiso ser famoso porque antes ya era popular, muy popular, más que el frente de las elecciones de 1936. Lo llaman “Gorrión”, un error porque Francisco Montes Quesada es un pajariarca de los jaenes que no nos merecemos: los de una cultura primitiva haciéndose picón aunque igual resiste todavía como lo hacen los muertos del cementerio de San Eufrasio. Chsss.

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