Carta a una viuda

    03 nov 2023 / 09:40 H.
    Ver comentarios

    Puedo consumir la tarde meditando, como tengo por costumbre. O puedo acomodar el cuerpo en la butaca del porche y balancearme frente a la tormenta de viento y agua. Una cosa u otra. Puedo optar, pero ¡oh, dilema! no puedo hacer dos cosas al tiempo. Solo hay un tiempo, uno, y por inapelable ley natural y divina ha de quedarme bien poco. Puedo coger papel y pluma y decirte cosas. “El día de tu boda me puse enfermo. Tuve fiebre alta, tiritones, angustia y vómitos. Escuché las campanas tocando a arrebato. Desde el lecho de enfermo vi pasar por el balcón asustadas las palomas del campanario ¡No te vi, no! Te imaginé vestida de blanco impoluto, sonriendo nerviosa a la gente que aplaudía y te vitoreaba al paso ¡guapa! ¡guapa! ¡guapa! ¡Oh Dios mío! Viuda tu y mal casado yo. Te debes a la memoria del difunto, me debo a los míos yo ¡Maldita sea! No tuve aquel amargo día que meterme en la cama enfermo, inútil, vago, ¡cobarde! sino agarrar la espingarda mora y arramblar contra el mundo, si el mundo se opusiera, que, cuando se acomete con razón y por derecho, más que presentar batalla, el mundo se rinde”. Ella ha tardado poco en contestarme: “en noviembre –dijo– quien no sembró que no siembre”.

    Articulistas