Camino de Belén
Quizá hoy tengas un momento para leer esta columna. O quizá no recuerdes la última vez que cogiste un periódico de papel. Antes, el gesto era sencillo: un café caliente, unas páginas que se pasaban sin prisa, y un mundo que parecía detenerse unos minutos. Ahora miramos pantallas que imitan páginas. Hoy, mientras caminaba a casa pensando en qué contarte, pensaba también en ti, lector. En tu día, en lo mucho que nos exigimos. A veces sentimos que si dejamos de teclear o de producir, nos quedamos atrás. Escuché una canción antigua y, sin darme cuenta, me llevó a otras navidades, a otro camino: el de mi pueblo. Recordé el olor a pan, las voces familiares en la calle, las macetas en las puertas y esa calma que abraza sin pedir nada. Y entendí que no necesitamos grandes cosas para sentirnos mejor. Basta detenerse un instante. Un sorbo de café. Un recuerdo amable. Una página de papel. Porque en la quietud también ocurre la vida. Y a veces, lo más valiente que podemos hacer es simplemente caminar más despacio, respirar hondo y volver a lo que nos hace bien. Que este camino, el de hoy, te acompañe con serenidad.