La importancia de Segura y su 66 por ciento

22 jul 2019 / 11:46 H.

Huebras, Cortijo Nuevo, Pedro Andrés y, al fin, Góntar. Digo al fin desde el subconsciente, como si se tratara de la última caja que queda por desembalar, tras una mudanza, o como si lo pronunciara otro que viaja conmigo sin yo saberlo. He salido hace un rato de la provincia de Jaén, me he adentrado en Granada, después en Albacete, y ahora, con solo cruzar el río Zumeta, pocos metros antes de que éste le preste toda su existencia al Segura, vuelvo a encontrarme en Jaén. Así, al pronto, se antoja muy rara esta división administrativa que utiliza varios nombres para denominar una misma tierra. ¿Qué lógica tiene que Santiago-Pontones comparta diputación y demás enjambre burócrata con Martos, Linares o Alcaudete, en lugar de hacerlo con Nerpio, Yeste o Huéscar? Sin profundidad, con el único análisis que conforman los caminos y la idiosincrasia de los pueblos, aldeas y cortijadas que unen, cualquiera diría que, en lo referente a este tema, la política se empecina en confundir una manzana con un tornillo, o que directamente carece de ese tornillo. Esta mañana, entre Huebras y Pedro Andrés, a cincuenta o sesenta metros de la carretera, una bandada de buitres se arremolina alrededor del cadáver de un animal; hace apenas unas semanas, por Fuente Alta, con el amigo Pedro Cátedra, asistí a idéntico “espectáculo”: ¿distinto alimento para los mismos comensales?, apostaría que sí. Qué suerte los buitres, que no pertenecen a García Page ni a Moreno Bonilla ni a Jaén ni a Albacete ni a la Conchinchina; ya lo cantaba Bob Dylan “si los perros son libres, ¿por qué yo no?”.

Sierra del Pozo, de la Cabrilla, del Agua, de la Graña, Sierra Seca, Montilla, Bermeja, del Agua, de Huebras, de la Cabra, de Moratalla, Taibilla... Podría seguir, son sesenta sierras en el interior de tres comunidades autónomas (Andalucía, Castilla la Mancha y Murcia), que configuran tres parques naturales (el de Segura, Cazorla y las Villas, el de Castril y el de los Calares del Mundo y de la Sima), y que se esparcen por cuatro provincias (Jaén, Granada, Albacete y Murcia). Sin embargo, juntas conforman un único macizo. Extraño, como aquel pato en el Manzanares de Sabina. ¿Qué pensarán de esto los buitres que se llenan el buche entre Huebras y Pedro Andrés o los perros de Dylan?

El problema estriba en el favor gubernativo y/o mediático del que gozan ciertas zonas y que, por mera inercia, provoca fuertes desequilibrios y evidentes desamparos en otras. El turista llega a Cazorla como esos japoneses que aterrizan en Madrid pensando que ya se hallan en la cuna del flamenco; allí pernoctan, allí contratan un paquete de actividades que les sumerge de manera irremediable en Segura, porque abarca el 66% del parque y guarda los principales parajes, y de allí regresan, muchos como un japonés despistado que, pese a haber recalado en la tacita de plata para impregnarse de una miaja de duende, nunca se supo en Andalucía.

La importancia de llamarse Segura, además de identitaria (porque a nadie le gusta que le llamen Alfredo si su nombre es José Antonio y, mucho menos, que le atribuyan a Alfredo lo que solo concierne a José Antonio), radica en la igualdad de oportunidades: inadmisible que gran parte de la señalización del parque natural trate de redirigir al visitante para que acceda a él por Cazorla; tercermundistas las vías de comunicación: la A-32 —en obras desde el año 1492 antes de Cristo— o la carretera a la Puebla de Don Fabrique, a día de hoy, se erigen en un parapeto. El transporte público, más allá de Siles y la Puerta de Segura, brilla por su ausencia...

Aparte de admirarse por la libertad de los perros, Dylan vaticinaba en 1964 que los tiempos estaban cambiando. Ojalá esa copla se haga pronto realidad en estos lares. “...La línea está trazada, el hechizo lanzado. El que ahora es lento luego será el rápido, como el actual presente luego será pasado. El orden desaparece rápidamente y el que ahora es primero luego será el último. Porque los tiempos están cambiando”.