Aquelarre

    26 ene 2023 / 17:53 H.
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    El demonio no es tardo en comparecer cuando se le llama. Baja por la cadena de la chimenea donde el caldero engancha. La convocatoria es para cuando no hay guiso pendiente y todos en la casa duermen. Los gatos dormitan enroscados en el capacho de esparto; abren y cierran los ojos, hacen estiramientos y regresan al plácido sueño. El santo y seña, anuncio que el diablo y sus capitanías llega, es la voz precisa “guárte” repetida en collera, dos por cada vez. Cuando el macho bala, las brujas se descoyuntan y adoran. Ansiosas, besan la parte menos noble, la parte menos limpia de la bestia. Cantan, palmotean y danzan, ebrias de contento. Salta el macho con las pezuñas traseras, gruñendo “run, run” y hediendo, bestia pestilente, entre sus sirvientas. Si hubiera neófita, será presentada al amo por la más antigua. La examinará y conocerá éste dentro del círculo que las otras alrededor hacen. Andan todas ellas desnudas; no hay vergüenza ni recato. Se quitan la camisa. Untan coyunturas y manos con brebajes,
    fermento de heces y vísceras de infantes. Mascullan palabras soeces incendiando la lujuria del señor. Cuando el sol apunta vuelan prestas a su destino. Al alba desaparece el encantamiento.

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