American reflection

    13 nov 2020 / 16:33 H.
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    El baluarte de la democracia, según venden ellos mismos ante el mundo, los defensores de la democracia liberal nos invitan a una pequeña reflexión americana. La unión variopinta y amplia de movimientos sociales y políticos consiguió en apariencia desbancar al máximo representante a nivel mundial del nuevo fascismo del siglo XXI, el trumpismo, una ideología de marcado carácter religioso y nacionalista que ve a su nación como la escogida por Dios para salvar al mundo del comunismo, del socialismo o de lo que sea necesario, una ideología anticientífica, autoritaria, antidemocrática, represiva, caudillista y machista. Y todo esto ha sucedido sin que ningún partido de centro izquierda o izquierda asistiera a la contienda. En la práctica es casi imposible que pudiera aparecer en escena una tercera fuerza política. No existe ninguna capacidad de representación para partidos de orientación socialdemócrata, o socialistas o comunistas, es imposible que sean admitidos al debate. La realidad que se ha mostrado al mundo desde EE UU, aparte de la escasa proporcionalidad de su sistema electoral, han sido las limitaciones de su bipartidismo. Solo existen dos opciones políticas, una ultraconservadora que ahora mismo es de ultraderecha, los republicanos, y otra de centroderecha y liberal, los demócratas. En el sistema estadounidense es imposible que aparezca una tercera opción política ya que el número de representantes no se corresponde con el número de votos, no es proporcional sino mayoritario.

    La gran mayoría de medios a ambos lados del Atlántico nos han hablado de la gran fiesta de la democracia, esa celebración en la que se exalta el ejercicio de la voluntad popular que caracteriza a la ejemplar democracia estadounidense, referente internacional de las democracias liberales, envidia del mundo entero. Los hechos no corroboran esta imagen idealizada que promociona el liberalismo y la realidad es bien distinta. Lo cierto es que estas elecciones, como las llevadas a cabo en las últimas décadas, han dejado al descubierto las vergüenzas e insuficiencias de la democracia liberal, que han alcanzado su máxima expresión en EE UU, el país con el sistema menos representativo de todo los países que engloban la zona de Norte América y Europa Occidental. Es curioso como en la gran mayoría de países democráticos liberales los votos no valen lo mismo y no se cumple ese principio democrático de una persona, un voto. Si miramos el número de votos en los últimos veinte años de elecciones presidenciales, podemos ver como los demócratas siempre obtuvieron más votos que los conseguidos por los republicanos, excepto en el 2004, pero en este periodo, sin embargo, han sido los republicanos los que han gobernado el país durante la mayor parte del mismo. El sistema
    electoral limita el ejercicio de la voluntad popular y se inclina favorablemente hacia las opciones más conservadoras.

    Pero aparte de todo esto han quedado al descubierto otras enormes carencias de la democracia en este país. Hablamos del país dentro del capitalismo desarrollado con la mayor desigualdad social. Frente a una Europa donde la diferencia de esperanza de vida entre clases pudientes y las clases trabajadoras está en siete años, nos encontramos con un EE UU donde la diferencia es de quince años entre los más adinerados y la gente sin recursos. Eso explica que mueran más personas en este país por falta de atención médica que por enfermedades como el sida. La pandemia en este país ha mostrado al mundo con crudeza la falta de protección social y la ausencia de derechos tan fundamentales como el acceso a la sanidad en tiempos tan difíciles como los que corren. También la falta de diversidad ideológica en los grandes medios de información es de las más limitadas en el mundo occidental, aunque los españoles los superamos de largo en esa falta de diversidad. Lo mismo que ocurre en el mundo académico, donde la diversidad ideológica en las universidades de EE UU es más limitada que la de la mayoría de las universidades de la Europa occidental. Todo invita a una profunda reflexión.

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