Adiós tours del tapeo
Hasta hace un tiempo, cuando decidíamos salir de cañas por Jaén, tan sólo debíamos de ocuparnos de hacer un hueco en la agenda y contar con buena compañía. Por aquel entonces, era frecuente, incluso, hacer, el día en cuestión, una ruta por tres o cuatro bares, según lo que ese día nos apeteciera degustar, de tal forma que, en un sitio nos tomábamos el pincho de bacalao con aceite y habas, en otro la masa de morcilla calentita, en el siguiente, las migas con sus avíos, y así sucesivamente, mientras nos apeteciera seguir peregrineando por los variados garitos preferidos, cuyas primeras tapas nos las conocíamos de sobra.
Actualmente, esos tours del tapeo se han perdido en el tiempo, de tal forma que lo aconsejable es que seamos previsores y, antes de salir, tengamos una programación de dónde vamos a ir y llamemos por teléfono a algún sitio para reservar pues, de lo contrario, podemos conseguir un buen dolor de pies, antes de tomarnos la primera cerveza. Y, para esos días en los que la decisión de salir de cañas, ha sido fruto de la improvisación, en la primera tasca, bar o establecimiento en el que conseguimos encontrar un hueco, en mesa o en barra, ahí nos apalancamos y no probamos ir a otros sitios, porque, de lo contrario, lo más probable es que nos quedemos sin posibilidad de seguir alternando. Cierto que, prácticamente desde su apertura, hace ya más de quince años, estamos acostumbrados a inscribirnos en la pizarra de Panaceite con la consiguiente espera hasta que llegue nuestro turno. A esto ya estamos acostumbrados. Pero hoy en día, me resulta sorprendente encontrarme filas de personas esperando en las aceras para conseguir entrar en La Barra, El Pato Rojo, Montana, El Abuelo, entre tantos otros. No consigo encontrar una explicación a esta circunstancia. ¿Quizá antes salíamos menos gente y ahora salimos más? No sé.