Adela

    11 ago 2023 / 08:59 H.
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    Se duchó y vistió. Antes de abrir, revisó cuidadosamente su imagen frente al espejo. Acercó la cara a la mirilla y comprobó que no había nadie. Abrió la puerta y salió. Escuchó pasos en la escalera. Se apresuró. Quería salir, quería perderse en el anonimato de la calle. Una mujer, que entraba en el portal cuando ella salía, le impidió el paso. Aunque vestía pobremente, era joven, guapa y con buena figura. “Perdone, llevo prisa”, dijo, e intentó eludirla “No, no corras tanto —respondió la otra—; tenía ganas de conocerte, Adela. Vienes del piso de mi hombre. ¿Qué? ¿Acaso no tienes bastante con un marido rico? ¡No! ¡Claro que no! ¡Os creéis con derecho a todo! ¿Cuánto tiempo llevas con él? ¿Lo sabe tu marido o tendré que contárselo yo?” Ella no sabía qué hacer, qué decir. La apartó con fuerza y salió. Sí, la joven tenía razón. Aquella aventura carecía de sentido. Había actuado como una potranca que se desboca sin freno. A su edad era absurdo; completamente absurdo. Absurdo, hasta que ... volviera a necesitarlo. Pero ¡la joven había dicho Adela! ¡Y ella no se llamaba Adela! ¡Oh! ¡Dios mío! Adela era el nombre que él había pronunciado débilmente junto a su oído cuando se estaban amando.

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