A pedir
de boca

    22 ago 2019 / 11:19 H.

    Parece extraer la píldora pero la tira al suelo; introduce en la boca del enfermo un placebo, que éste traga dificultosamente. Al amanecer del día tercero lo hallaron muerto. No extrañó porque el hombre padecía del pecho. Fue un entierro normal dentro de los de clase media. Cuando se abrió el testamento resultó ser heredero el sobrino que le dispensaba la píldora diaria, y que hurtó las tres últimas tomas. El difunto pidió en vida que le trajeran al nuevo notario para asesorarse sobre el testamento que dictara meses antes al viejo. Vino un señor trajeado con su escribiente. Se encerraron con el enfermo y, aunque el sobrino intentó quedarse, fue despachado a comprar pastas por el señor notario. Consumados que fueron los lutos, el heredero adaptó su vida a la nueva resultancia económica. Un cierto actor segundón que malvivía de contratos harto esporádicos y precarios en el Teatro la Latina se despidió de sus compañeros y pasó a vivir de rentista en una pensión del Madrid de los Austrias, con balcón y vistas directas a la fachada del Palacio de Santa Cruz. El trato era que el tercio de la herencia fuera para el falso notario si el negocio salía a pedir de boca, como efectivamente salió.