Vecino de Mari

02 dic 2019 / 09:19 H.
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Soy el vecino de Mari y algunas cosas más que a grandes rasgos me ayudan a llegar a fin de mes, y Mari es el bajo izquierda de un bloque de pisos enclavado en un barrio de mi ciudad; eso y mogollón de tardes en la era, jugando con David, su hijo; los barracones del colegio en el que estudié; la sirena de una fábrica; mi madre viva, cantando; y la idea descabellada de ver aterrizar a mi tío Joaquín con un helicóptero en el campo de tierra, durante el recreo. Tanto abarca Mari que, en el caso de que lo fuera, me costaría horrores responder que soy astronauta o físico nuclear teniendo a mano ser su vecino; y todo esto quizá porque el tiempo, su paso, me ha enseñado a entender que en este mundo, por más que nos pese, pululan más futbolistas que gente jugando al fútbol, más cantantes que canciones, más patriotas que países; esa bravuconada absurda que nos induce a colocar desfibriladores donde no se atisba ni chispa de corazón o a emplearlos sobre órganos muertos. Por eso, a partir de ahora, cuando alguien me pregunte de dónde soy le contestaré que de Mari, y cuando, a continuación, quiera saber qué soy le diré que su vecino.

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