Una perla iridiscente

    08 oct 2020 / 18:59 H.
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    Te pesca alguien por la calle y te suelta eso de “no sé si te lo había contado, pero es que”. Qué habré hecho para que me caiga encima el pesado de turno, piensas. Vas con prisa. No llegas a tiempo a aquel lugar tan importante al que tenías que llegar para ese otro asunto trascendental. No caes en que, en realidad, esa persona que repite las cosas como loca te pueda estar señalando una perla iridiscente en medio del mar. Imagina que, en lugar de ser un plasta, fuera un iluminado que te brinda la navaja para abrirle las valvas a la vida. Tal vez se deba a esta idea descabellada (y a esa preciosa expresión inglesa “the world is your oyster”) que me obsesione especialmente no picar (demasiado) en la tentación de la repetición. No me gusta que se me vean las costuras y, por eso —en lo que escribo especialmente— procuro componer usando retales cada uno de su padre y de su madre. Cada libro está pespunteado desde extremos opuestos del corazón y de la mente. Y eso, supongo, lleva al despiste de quien lo lee. Por cierto, no sé si les había contado, pero es que dicen que mi último artículo se ha vuelto viral. Está siendo compartido por yo qué sé qué océanos de la web. Y trata sobre el desamparo de los docentes hoy, así que perdonen que me repita. Pero es que pescas a alguien por la calle y...

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