Tranvía llamado vergüenza

29 may 2021 / 14:19 H.
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Hace doce años Jaén se embarcaba en uno de los proyectos más transformadores del urbanismo de la ciudad del último siglo. Como si de una moderna ciudad europea se tratara se dibujó un manto verde en el que se trazaba una línea férrea por el que se deslizaba un tranvía en forma de lagarto como medio de transporte público sostenible. Casi cinco kilómetros de recorrido unían el centro histórico de la ciudad con la entrada norte en Vaciacostales. Diez estaciones se distribuían por su recorrido, destacando la de la Universidad, Polígono Industrial los Olivares o el propio apeadero de Renfe en la Plaza Jaén por la Paz, en el que se proyectaba una estación intermodal. Las obras duraron dos años y generaron la molestia de unos pocos vecinos afectados y la cólera para otros muchos por la tala de decenas de árboles cuyas copas arraigadas se desplomaban para dejar pasar catenarias de hierro. Una vez entrara en funcionamiento, aquellos malos ratos se olvidarían y nuevos árboles crecerían imponiéndose la máxima de sufrimiento y progreso. Apenas funcionó cuatro días, y una orden judicial lo castigó en cocheras de forma indefinida. Disputas políticas nos dejaron claro que el interés de la ciudad queda subordinado a la misión del asalto al poder.

Durante doce años los ciudadanos hemos sentido verdadera vergüenza cada vez que algún foráneo nos preguntaba por el tranvía. Mejor citarse en Ifeja o en un Hotel a las afueras antes que invitar a un visitante a adentrarse en una ciudad cuyos desatinos dañaban la vista. (Por cierto, Ifeja, un caso excepcional de éxito con acuerdo entre adversarios políticos). Y, en conversaciones interiores sobre el tranvía, cualquier opinión estaba fiscalizada con el peso de una losa partidista, con argumentos banales deseosos de etiquetarnos a favor de uno o de otro, en todo caso en contra de todos. Durante estos doce años el tranvía ha generado una polémica que nos ha sumido en un bochornoso servilismo. Pocas cosas han mermado tanto el orgullo local como aquella oportunidad millonaria destinada a un caótico parking aéreo. (Bueno, el campo de fútbol de La Victoria merece otro capítulo aparte). En mayo de 2018, bendita ilusión, se anunció un acuerdo entre administraciones que se escenificaba con la firma de un documento por parte de dos políticos que dignificaban esa honorable ocupación. En mayo de 2019, maldita desilusión, todo era una trampa y aquel documento dejó fuera, sin darse cuenta, partidas trascendentales para su ejecución. Y siguen justificándose porque la explotación del tranvía resulta deficitaria para un ayuntamiento hiper endeudado. ¿Y la culpa la tenemos los ciudadanos? ¿De verdad que, aparte de pagar religiosamente nuestros impuestos, es necesario que nos manifestemos reivindicando la puesta en marcha del tranvía? ¿No estaremos bailando otra vez al ritmo que nos marcan quienes se alimentan de la polarización de la política? El déficit previsto por su puesta en marcha supone menos de un 1,21% del presupuesto municipal, un 0,88% del de la Diputación y un 0,0048% del de la Junta de Andalucía. Seguimos siendo la provincia más castigada por la despoblación, la última en inversiones públicas, sin proyectos que justifiquen fondos europeos cuyo destino obligatorio es Jaén. ¿De verdad que el problema es el dinero?

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