Pipirrana victimista

15 oct 2022 / 16:00 H.
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Hace unos meses asistí a un acto en el que trasladaba un discurso de queja por el maltrato que recibe nuestra provincia de las diferentes administraciones públicas. Solo así se explicaban los indicadores socio económicos paupérrimos que padecíamos y, lo peor, con una pésima proyección de futuro. Una deuda histórica por el abandono de inversiones y la necesidad de implantar medidas correctoras a través de una discriminación positiva hacia nuestra tierra. La línea de mi argumentario estaba llena de situaciones que exponía como injustas. Me negaba a asumir la divergencia de crecimiento de Jaén respecto a otras provincias, que la agricultura fuera el único motor una economía de subsistencia, con la única alternativa para miles de jóvenes de emigrar o preparar unas oposiciones. Resultaba frustrante advertir como nuestra provincia adolece del sistema empresarial propicio para crecer y generar empleo sin tener que poner velas a la Virgen de la Cueva o a San José de Cupertino, patrón de estudiantes en apuros. Reivindicaba políticas activas que eviten la despoblación, un sistema de financiación para la Universidad acorde con su calidad, la autovía a Córdoba, el enlace con el Levante, la puesta en marcha de un vergonzoso tranvía, y así un largo etcétera.

En dicho evento compartía mesa con un invitado que venía de Barcelona. En su réplica se sorprendía de la línea dura de mi discurso y ponía en duda que en Jaén se viviera peor que en la capital de Cataluña. Incluso extendió su argumentario geográficamente esgrimiendo que nuestra calidad de vida era superior al de muchas ciudades del norte de España o del sur de Francia. Destacaba como clave para el desarrollo de nuestro territorio el “Medio Ambiente” frente a modelos industriales que atraían una fuerte emigración que, a la larga, insinuaba, generaban problemas de convivencia. En definitiva, criticaba que los de Jaén tenemos esa idiosincrasia de quejarnos por todo, protegiendo nuestra autoestima echándole la culpa a otros y no asumiendo nuestra propia responsabilidad.

Quizás llevara razón y que basta con creérselo, que al fin y al cabo recibimos lo mismo que el resto de los territorios y que si estamos mal es porque desperdiciamos las oportunidades. Quizás el tranvía no funciona porque así presumimos de lo mal que planifican o ejecutan los otros, que los esfuerzos inversores en educación universitaria deben ir a grandes ciudades con más marcha, que la mejor conexión con Córdoba es Bailén, o que para ir al Levante es mejor por Manzanares y así Segura de la Sierra siga siendo un parque aislado de aventuras. Que no hay motivos para quejarse, y que debemos salir de esta espiral que nos engulle llamada victimismo. Los datos, simplemente, reflejan lo mal que gestionamos las oportunidades. En el segundo trimestre de este año Barcelona presenta una tasa de actividad de 61,29 % y una tasa de paro de 9,18%, mientras que Jaén muestra un 52,28% de tasa de actividad y un 19,64% de paro.

¿Pero son iguales las oportunidades? Pues parece que no. En los Presupuestos Generales del Estado para 2023, Barcelona prevé una inversión de 326 euros por habitante y Jaén de 110 (la penúltima de España). Ahora entiendo eso de que vivimos del “Medio Ambiente”. Seguiremos reivindicando el “Ambiente Completo”.

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