Mi aceite, mi medicina
El mercado del aceite de oliva está plagado de imperfecciones que benefician siempre a los mismos. Ya conocemos la producción en España en esta campaña 24-25, 1.415.000 toneladas, algo menos que la de hace tres cosechas que llegamos a 1.480.000. En aquella ocasión el oro líquido cotizó a una media de 3,60€ el kilo, y ahora, con menos oferta, el virgen extra apenas llega a los 3,25 y el lampante a los 2,75. Entre medias hemos tenido dos campañas de escasa producción que han provocado un ajuste del precio al alza con la consiguiente penalización del consumo. Pero esta caída que sufrimos ahora no tiene explicación. Si a esto le unimos la exponencial subida de costes que por la inflación han sufrido los agricultores en estos tres años, (9,9% IPC-INE), nos encontramos con explotaciones cada día más deficitarias, cada día más vulnerables. Lo peor es que el precio en origen cae como una piedra y el precio para el consumidor cae como una pluma. Esta mañana difícilmente encontrarán aceite en el supermercado por debajo de los 5€ el litro, lo que equivale a 5,30 el kilo. (60% de margen comercial, cuando en alimentación no llega al 5%)
Una de las estrategias del management está en aprovechar las oportunidades que ofrecen las imperfecciones, pero en un mercado abierto y libre estas imperfecciones deberían ser temporales y corregirse rápidamente. Sin embargo, en el sector del aceite de oliva, la debilidad de los productores es permanente y, por mucho que avancemos, el mercado siempre nos pilla con el paso cambiado, sin capacidad de actuar. En Italia no se vende un kilo por debajo de los 8 euros, en Sevilla responden que “si quieres aceite barato que te vayas a Jaén”, y en Jaén tiramos el precio por tal de pagar un anticipo para las fiestas.
Toda la presión que ejercen potentes y ordenados distribuidores sobre una atomizada red de productores desorganizados, se aliviaría si se consiguiera un incremento importante de la demanda por parte del consumidor final. Es por este motivo que resulta clave incidir en las ventajas de consumir aceite de oliva frente a otras grasas. Todos somos conocedores de las propiedades saludables del AOVE que lo hacen un producto medicinalmente mágico. Sin embargo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), dependiente de la Unión Europea, ha rechazado recientemente el etiquetado de “producto saludable” para el AOVE, a falta de aportar más evidencias científicas. La asociación “QVextra! Internacional” ha promovido este logro y sigue en la lucha. Se aportarán estudios que demuestren que nuestro aceite reduce el colesterol, evita accidentes cardiovasculares, reduce la presión arterial, demora el deterioro cognitivo, e incluso retrasa la mortandad de las células en procesos tumorales. Estamos ante un potente medicamento antinflamatorio natural, una grasa necesaria, un alimento base de la dieta mediterránea, la estrella de cualquier nutricionista.
Etiquetar el Aceite de Oliva Virgen Extra como saludable supondrá un gran logro por su orientación al cliente final, y aportará al sector mucho más que la reducción de costes de un superintensivo, los herbicidas de última generación o muchas promesas o subvenciones que siguen estimulando imperfecciones.