La vara del alcalde

12 mar 2016 / 10:32 H.

En la Alta Edad Media, el Alcalde, que en la España musulmana era llamado Al Kadi, actuaba de juez o funcionario público que dirimía las controversias surgidas entre ciudadanos. En aquella época, ligada completamente a una economía agraria, casi todos los problemas versaban sobre las lindes de campos y cultivos, tamaño y longitud de las servidumbres de paso, invasión de sembrados o construcciones de los vecinos que se excedían en las medidas de sus propiedades, etcétera. Como aún no se había adoptado el Sistema Métrico Decimal, las mediciones se hacían en varas, cuartas, codos, palmos, pies, etcétera. La vara lineal que utilizaban los Alcaldes, según la tradición equivalía a 0,65 metros. Pero, los orígenes de la vara podríamos remontarlos al momento en que nuestros antepasados se convirtieran en pastores y comprobaran la utilidad de una vara o palo fino para arrear o estimular al ganado doméstico. Con fines más pedagógicos o púnicos, la vara se empleó para el castigo a rebeldes o a infractores de las normas, tanto legales como escolares, trasladándose el nuevo uso del campo a la ciudad, alternándola en las actividades pedagógicas con la conocida “palmeta” que, en nuestros tiempos infantiles, utilizaban los profesores seguidores de la pedagogía “la letra con sangre entra”. De cualquier manera, la utilidad de la vara de modo mayor o menor estaba unida a la existencia de una autoridad o reconocimiento de superioridad. Los árabes, tan prácticos en las cosas cotidianas, la incorporaron o asociaron, pues, a ser símbolo de autoridad o de utilidad y ha llegado a nuestros días, modificada, a ser un pequeño bastón adornado con una empuñadura de plata o bronce, a veces acordonado, que se utiliza en los actos públicos solemnes para resaltar la presencia y el poder del cargo de alcalde. Una buena muestra de varas de alcalde lo hemos podido apreciar en el paseo de acompañamiento hasta la puerta de los juzgados de Barcelona al expresident y “ex honorable” señor Mas, quebradero constante de cabeza para el gobierno de España y de intranquilidad para los ciudadanos que, apreciando a los catalanes, hemos visto, como han sido muchos los que se han ido distanciando de los residentes del resto de las demás comunidades. Las imágenes televisivas nos ofrecieron el lamentable enarbolamiento, por numerosos alcaldes, de sus varas, al tiempo que proferían gritos de apoyo al citado individuo y a la independencia de Cataluña. También, con el tiempo, al vocablo vara se le han dado otras acepciones, como es el de la denominación de “tercio de varas”, en el argot taurino, o “varal” para designar las barras metálicas que sustentan los palios de pasos de Semana Santa, o varillas para las barrillas metálicas de los paraguas... El último episodio relacionado con la vara del alcalde, según el “Rokambol neuws”, ha sido el lanzamiento de la vara de alcaldesa de Rita Barberá a las fauces de Dundee, el cocodrilo más resabiado del zoológico de Valencia, desafiando al nuevo alcalde señor Ribó diciendo: ¡a ver si tienes coj... de cogerla! Y asegurando que para recogerla ella ponía la condición de que se le concediera la propiedad vitalicia del balcón del Ayuntamiento de Valencia.