Justicia poética para Paco y Susana

02 dic 2021 / 12:00 H.
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La historia es la siguiente: en los años 80, Jarillo, un chico de Madrid, adquirió Cortijo Alto, una edificación contigua a Los Anchos, aldea de la Sierra de Segura profunda, perteneciente al término municipal de Santiago-Pontones, que llegó a albergar a cientos de personas y que ya en aquella época —años 80, insisto— apenas contaba con un puñado de habitantes, tras la oleada de inmigración a la que se vieron abocados sus lugareños en los años 60 y 70. Este hombre, Jarillo, después de algún tiempo, se cansó de la dureza que exige este territorio para vivir, para simplemente vivir, y acabó marchándose. Paco y Susana, dos jóvenes de Jaén capital, aparecieron por allí en 2012. Para entonces, en Los Anchos ya solo dormían de continúo Gervasio, Benita (Ambos octogenarios), Andrés y Miguelón. ¿Conocéis cómo funcionan el trueque o la mera camaradería? Seguro que sí. Todos los vecinos en 30 kilómetros a la redonda, como 10 o 12 —no éramos más—, sirviéndonos de ese truque o camaradería, nos afanamos en echarles una mano en la reconstrucción de aquella edificación, la de Jarillo; porque el tiempo, su paso, la había hecho trizas. Una casa sencilla, serrana, con alma y, sobre todo, con vida, con toda la vida que pueden reportar una pareja joven y un niño en una zona devastada por el más absoluto de los vacíos y abandonos. Perdón, he dicho muy rápido UN NIÑO, casi de pasada, me detengo un poco: un niño en un lugar en el que no había ningún niño, un niño en un lugar en el que hacía lustros que no jugaba ningún niño, un niño en un lugar en el que la persona más joven ya había cumplido 50 AÑOS, un niño en el silencio atronador de una aldea, haciendo añicos por fin la inmensa tristeza que cargan las calles por las que no corren los niños. ¡Un niño!

En 2017, cuando Paco, Susana y su hijo ya llevan 5 años establecidos en Cortijo Alto, Medio Ambiente formula una denuncia contra la construcción. Existen un par de teorías acerca del origen de la trifulca, ambas cargadas de mucha mala baba y sinrazón y sin prueba alguna que las sostenga, de modo que nos la ahorramos: nada aportan, además, a estas alturas.

Desde entonces hasta hoy, esta pareja de Jaén y su chiquillo han revivido el camino del calvario. En la actualidad, se hallan ya en la cruz, a punto de ser clavados a ella: la Audiencia Provincial, hace solo unas semanas, ha ratificado una sentencia que los obliga a demoler la construcción y los condena a un año y medio de cárcel. ¿Han tenido en cuenta estos jueces el arraigo, la singularidad del sitio del que estamos hablando, el golpe moral que supone para esta sierra —paradigma de la España vacía y vaciada— la pérdida de tres habitantes?

Esta noche, en Los Anchos duermen Juan Inocente, Antonia, Andrés, Florencio y Susana. Paco está en la aceituna, y Joaquín, el niño, estudiando en Albacete. En Maja Oscura, Laso, Margarita, Pedro y Toñi; en Chanfarrinas, Daniel; Concha y David en El Chaparral; nadie en Prado Maguillo; nadie en la Cañada del Saucar, nadie en La Conquista, en Prado Espinosilla, en Prado Madero, en Las Tres Aguas... Nadie. Nadie. Nadie.

Esta historia solo merece una justicia. Pero que sea poética.

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