El drama en la izquierda

    08 feb 2016 / 09:40 H.

    Sería dramático que estos dos no llegaran a entenderse. Los votantes de las tres opciones de izquierda a nivel estatal asisten a una partida de ajedrez donde el deporte y la grandeza parecen relegados. Es en el tacticismo, en el cálculo retorcido, en la teatralización que todo lo falsifica, donde residen las claves de un espectáculo, no por esperado, menos penoso. Lo que hace fuerte al marianismo, pese a los achaques Raticidas, a los desplantes de Luis el Fuerte y a los caloréticos dislates Barberianos, es precisamente la división del frente contrario. Y cuando uso el término “frente” lo hago desde mi creencia en el diálogo como la única receta que, hoy por hoy, puede salvarnos de la quema. Que PP y Ciudadanos se alinean en la derechas resulta tan obvio como el sello izquierdoso en las fuerzas encabezadas por Sánchez, Iglesias y Garzón; así que no entiendo la cruzada contra el frentismo. ¿O acaso la prensa gubernamental —mayoritaria de largo— no informa y editorializa cada día desde una óptica militante y al enemigo ni agua?

    Llamativo es que en el lado izquierdo la daga florentina, la zancadilla inclemente, la cicuta ejecutora sean, que lo son, de uso común, al menos entre no pocos dirigentes. ¿Qué margen de maniobra resta a Alberto Garzón mientras Cayo Lara y el neoestalinismo residual se aferran a la migaja de poder con que la espantosa Ley d’Hont limosnea cada cuatro años a IU? ¿Con qué ánimo afronta Pedro Sánchez la negociación de investidura al verse embestido por los colmillos retorcidos de la apoltronada aristocracia de barones y baronesas? ¿Hasta qué punto podían esperar los ilusionados votantes de Podemos que su idolatrado Pablo sumase a la heterodoxia capilar actitudes impacientes, carácter irritable, arrogancia desmedida, rayana en la prepotencia... hasta componer una imagen radical y sectaria? ¿España necesita de veras ponerse en manos de un Robespierre imbuido de la Sagrada Intransigencia del converso? No sé si me preocupa más la insustancialidad, la somnolencia verbal de Don Mariano del Plasma o la mirada profética, la prédica insolente del líder podemita. Tendré que mirármelo.