El cisco catalán

    08 oct 2017 / 11:27 H.

    Los principales personajes son: un varón con cara de revoltoso y flequillo, que miente y distorsiona la legalidad en beneficio de corruptos y manipuladores políticos. Otro individuo, obeso, con rostro y figura que bien podría ser de payés de remensa del siglo XIX, de canónigo próspero o de imán bien alimentado que solo sabe hablar de paz, justicia y solidaridad presentándose como Jesucristo; este individuo susurra más que alza la voz y se presenta como víctima del sistema político imperante. Sin aparecer, en primera línea, un peligroso individuo con mandíbulas equinas, con altas responsabilidades, suspendidas momentáneamente, pero que manipula a los anteriores, puesto por “el padrino” y su familia, para tratar de que el brazo de la Justicia no les alcance y, finalmente, unos cientos de miles, hombres, mujeres y niños a los que, durante bastante años, se les ha ido lavando el cerebro para asimilar mentiras como si fuesen verdades y a los que se les inculcó que todos los males y defectos que les ocurren son a causa de pertenecer a la nación española.

    Sentado en el trono Dios Padre, con su poder, sordo y ciego, gobernando en el “nadismo”, con su cuadrilla de corruptos y de vocacionales seguidores próximos, que por solo el hecho de serlo, cobraban emolumentos de varias clases: sueldos, dietas, complementos, sobres de gratificaciones y otros derivados económicos variables dependiendo de las responsabilidades que adquiriesen, pero eso sí, por su cuenta o, al cesar, en diferido o compensado en otras empresas que no solían darles, como herramientas de trabajo, un pico y la pala. El escenario es una gran piel de toro cuyos propietarios son bastantes millones de personas que se encuentran en momentos muy difíciles tras el despojo de miles de millones de euros para tapar la mala gestión de instituciones a las que no van a pasarles factura al igual que tampoco han puesto remedio con leyes que la evitaran.

    También se cuestiona la utilidad de la Institución Monárquica que desde Felipe V, en la disputa que mantuvo por el trono de España con el Archiduque Carlos, con los decretos de Nueva Planta suprimió los privilegios de los catalanes generando odio y rencor heredándoles las generaciones posteriores. El actual Felipe VI, al quedar relegado en sus prerrogativas, a moderar, arbitrar y representar al pueblo español sin poder efectivo alguno, no puede resolver el problema actual. No creo que esperen que la solución al problema sea la misma que se usó en el pasado, aunque todos los indicios apuntan a ella. Solo falta el detonante interior o que pueda venir del exterior.