Todo sobre la ansiedad

El estado mental nos viene a decir que ha llegado el momento de parar y crear un cambio dentro de nosotros porque no estamos disfrutando de la vida

28 feb 2016 / 10:45 H.

Definimos la ansiedad como el estado mental que se caracteriza por gran inquietud, intensa excitación y extrema inseguridad. La ansiedad se hace presente en nuestras vidas haciéndonos sentir que nos vamos a morir, que nos vamos a volver locos o que perdemos el control.

Como consecuencia, nos asustamos y desesperamos cada vez que aparece. Tenemos que tomar conciencia de que la ansiedad da muestras antes de explosionar con todo su cortejo de síntomas, como dolores de cabeza, tensión muscular o alguna noche de insomnio.

Normalmente no les hacemos caso porque andamos muy ocupados tratando de conseguir éxito, dinero, ser importantes, demostrando que tenemos que ser amados, queridos, tenidos en cuenta, cuidando a los demás... Ignoramos las señales que nos está mandando y continuamos con el ritmo de nuestra vida. Es entonces cuando la ansiedad se hace notar de una manera más contundente, con síntomas físicos como taquicardia, palpitaciones, opresión en el pecho, falta de aire, temblores, sudoración, molestias digestivas, náuseas, vómitos, “nudo” en el estómago, alteraciones de la alimentación, tensión y rigidez muscular, cansancio, hormigueo, sensación de mareo e inestabilidad. Si la activación neurofisiológica es muy alta pueden aparecer alteraciones del sueño, la alimentación y la respuesta sexual. Síntomas psicológicos como inquietud, agobio, sensación de amenaza o peligro, ganas de huir o atacar, inseguridad, sensación de vacío, de extrañeza o despersonalización, temor a perder el control, recelos, sospechas, incertidumbre, dificultad para tomar decisiones. En casos más extremos, temor la muerte, la locura, o el suicidio. Otros conductuales como estado de alerta, bloqueos, impulsividad; y cognitivos como dificultades de atención, concentración y memoria, aumento de los despistes y descuidos, preocupación excesiva, expectativas negativas, rumiación, pensamientos distorsionados e importunos, incremento de las dudas y la sensación de confusión, tendencia a recordar sobre todo cosas desagradables, sobrevalorar pequeños detalles desfavorables, abuso de la prevención y de la sospecha, interpretaciones inadecuadas o susceptibilidad. Síntomas sociales como irritabilidad, ensimismamiento, dificultades para iniciar o seguir una conversación, en unos casos, y verborrea en otros, bloquearse o quedarse en blanco al preguntar o responder, dificultades para expresar las propias opiniones o hacer valer los derechos o temor excesivo a posibles conflictos.

No todas las personas tienen los mismos síntomas, ni éstos la misma intensidad en todos los casos. Cada persona, según su predisposición biológica y/o psicológica, se muestra más vulnerable o susceptible a unos u otros síntomas.

¿Qué hacemos cuando sentimos alguno de estos síntomas?. Intentar evitarlos por medio de distraernos con el móvil, chateando con amigos, saliendo de compras, viendo televisión e intentando vivir la vida de otras personas para no afrontar lo que no nos gusta de la nuestra. Estas conductas se llaman “de evitación”, y al no afrontar lo que pasa de verdad, difícilmente saldremos de ese círculo ansiógeno. La ayuda de un profesional en estos casos suele ser determinante en situaciones donde ni la persona ni sus allegados son capaces de parar este círculo. De ser un mero estado transitorio puede pasar a ser crónico y con otro tipo de complicaciones más graves. La ansiedad lo que nos viene a decir es que ha llegado el momento de parar y crear un cambio dentro de nosotros, porque por algún motivo no estamos disfrutando de la vida, y para lograrlo tendremos que deshacernos de lo que nos impide tomar contacto con ella.