Sopa de ajo de tomate
La palabra “sopa” procede del germánico occidental “suppa”, que se refería a una rebanada de pan sobre la que se vertía un caldo. En España, durante la postguerra civil fue una receta humilde, debido a la escasez de productos cárnicos, cuyos ingredientes eran básicos y estaban al alcance de la mayoría en sus casas. Se consideraba una sopa de aprovechamiento, ya que se utilizaba el pan que se había quedado duro. Además, era un plato ideal para tomar en invierno antes de salir de casa para ir a trabajar la tierra. Desde entonces, la receta ha evolucionado mucho, adaptándose a los gustos de los diferentes pueblos y los ingredientes que tengamos a mano. Esta receta es la que hacía mi abuela y la que se ha hecho siempre en casa. Si bien es cierto que he conocido diferentes versiones, cada cual más sorprendente pero, indudablemente deliciosas.
INGREDIENTES.
—1 pimiento verde
—4 tomates grandes bien maduros
—aceite de oliva virgen extra (AOVE)
—1 ó 2 dientes de ajo
—cominos en grano
—sal
PREPARACIÓN.
Lavar y cortar en rodajas el pimiento verde. Freír en 4 cucharadas de aceite de oliva a fuego medio, hasta que se poche un poco. Cuidado que no se queme, porque dará un sabor amargo al plato.
Lavar y rallar el tomate. Freír con el pimiento durante 10 minutos.
Sazonar un poco. Añadir un litro de agua. Dejar hervir 10 minutos más.
Machacar en el mortero los dientes de ajo, los cominos en grano (dan más sabor que los molidos) y sal. Añadir un poco de agua al mortero, remover e incorporar a la sopa.
Antes de que vuelva a hervir, retirar del fuego.
Como os comenté en recetas anteriores, mi abuela siempre decía: “Ajo hervido, sabor perdido”. En caso de que os sucediera, basta con volver a machacar otro ajo y no dejar que vuelva a hervir.
Trocear algo de pan de días anteriores en cada plato y servir bien caliente.
Consejos: Si no tienes pimiento a mano, o incluso hay gente que se le repite, puedes cambiarlo por una cabeza de ajos pelados y troceados, o bien por una cebolla bien picada. En algunas casas, suelen añadir un puñadito de fideos finos. Otras, les añaden un huevo batido justo con el último hervor.
¡Disfruta improvisando!