¡La campaña oleícola 2018/19 ha muerto!

08 dic 2019 / 11:43 H.

El rey ha muerto, viva el rey, o el rey ha muerto, larga vida al rey! Era un lema o grito que se empleaba como expresión ritual en la sucesión de las monarquías, especialmente en el reino de Francia “Le roi est mort, vive le roi”, usada por primera vez en 1422, en la sucesión de Carlos VI de Francia por Carlos VII de Francia, y posteriormente en la corona inglesa y otras, a lo largo de la historia. Con tal lema se pretendía evitar la peligrosa situación política que se plantea en un interregno, además de servir como última ocasión de despedir al rey fallecido y primera ocasión de hacerlo con el nuevo rey, con lo que ello conlleva de continuación política inmediata, sin pausa alguna. Así estamos, ahora mismo, en nuestro olivar: acabamos una campaña ya terminada, 2018/2019, si no muerta, mortecina, por una larga enfermedad de bajos precios y escasez de ventas, y comenzamos recién otra, 2019/2020, con esperanza.

Cualquier campaña olivarera normal solía acabar hacia finales del verano, máximo en otoño, con la venta de los últimos aceites, para dejar expeditas las bodegas y almacenes, y dejar tiempo para limpiar los depósitos de las almazaras y cooperativas, y prepararlos para la próxima campaña oleícola; con unas doscientas o trescientas mil toneladas de reserva para puente entre campañas, fundamentalmente en manos de grandes distribuidores y envasadores. En esta campaña no, debido a los bajos precios, se ha aguantado en los almacenes, privados y del Patrimonio Comunal Olivarero, con más reservas de lo necesario, esperando las prometidas “Ayudas de la Unión Europea al almacenamiento privado” con la esperanza de no sacar más producto al mercado, y pretender remontar los precios de esta mortecina campaña, alrededor de dos euros kilo, muy por debajo de los costes de producción y, por lo tanto, una campaña “a pérdidas”.

La propuesta presentada por la Comisión Europea (CE) y aprobada por el Comité de Gestión ha establecido un importe máximo de ayuda de 0,83 euros por tonelada y día, para todas las categorías de aceite de oliva. Con fecha 11 de diciembre de este año, y campaña que acaba, se han aceptado ofertas por un total de 3.649,98 toneladas, todas ellas de operadores españoles, según ha informado el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Por categorías, se han aceptado ofertas para el aceite de oliva lampante para 799,88 toneladas, y para aceite de oliva virgen para 2.850 toneladas. No se han aceptado para aceite de oliva virgen extra. En diciembre, enero y febrero se realizarán próximas licitaciones que pudieran permitir alcanzar un volumen suficiente para la estabilización del mercado. Pero ya será tarde para las almazaras y cooperativas, si acaso para los grandes mayoristas distribuidores y envasadores, y con aquel precio de 0,83 € toneladas al día , calificado de ridículo por las organizaciones profesionales del sector, muy inferior al establecido en licitaciones como la de 2009 o 2011 (1,3 toneladas cada día), no se va a solucionar la crisis de precios.

“No estamos hablando de recibir más ayuda, sino de compensar situaciones de agravio comparativo con la libre entrada de aceite en Europa de países como Túnez y Marruecos y, sin embargo, sufrir aranceles del 25% de aceite español en Estados Unidos”, opinan desde el Grupo Interóleo. Muchas expectativas y esperanzas, pues, se habían depositado en la aprobación comunitaria del almacenamiento privado, para equilibrar los bajos precios del aceite de oliva en origen, pero, tras conocer los resultados de la primera licitación, muchas han sido las decepciones y sobre todo la indignación general de almazaras industriales y cooperativas, sin conseguir reequilibrar el mercado ni recuperar las cotizaciones en origen para el agricultor.

No es, pues, época adecuada para confiar en ninguna medida proteccionista, o intervencionista, del mercado oleícola español por estos gobiernos paneuropeos, que permiten escaso poder económico de maniobra de los gobiernos nacionales o regionales —sean del color político que sean, según su turno democrático— en la protección de sus productos locales; obsesionados, en Europa y en el resto del mundo occidental, con el libre mercado y la autoregulación entre la oferta y la demanda, así como en defenderse, en la actualidad, de los nuevos aranceles impuestos por EE UU y China a la industria y a productos alimentarios europeos, como el automóvil, el acero o el vino, con muchos más poderosos intereses defensores que nuestro singular aceite de oliva. Aunque cada vez se le reconozca, especialmente a nuestro Aceite de Oliva Virgen Extra, más y mejores bondades saludables y organolépticas; y nuestros olivares, en los últimos 25 años, hayan dado pasos de gigante en la producción agrícola, en eficiencia mecánica y también medioambiental —aunque cada vez mas diferenciados entre cultivos tradicionales e intensivos—, en la excelencia de nuestra tecnología de molturación, envasados y diseños, pequeña comercialización marquista, marketing, y en los estudios e investigaciones (I+D+i) que ya reconocen internacionalmente la incomparable salubridad de nuestra mejor grasa vegetal, y creciendo nuestra comercialización de envasados directos y en exportaciones, e incluso revalorizando al sector oleícola, en su conjunto, como bien cultural y ambiental... Todo esto lo estamos haciendo bien, estamos ganando la batalla de la calidad, y su reconocimiento exterior, pero aún no el precio justo, no nos hemos hecho con el control completo de la comercialización en graneles, en gran parte, en manos extrañas de grandes especuladores e incontrolables intereses internacionales.

Nuestro sector oleícola, y sus organizaciones profesionales, desvertebrado desde tiempos inmemoriales, que ha apostado por la modernización de nuestra industria y por la calidad de nuestro aceite, con indudable éxito, todavía tiene pendiente aprobar la asignatura de la unidad de acción de nuestras Cooperativas de segundo grado y organizaciones profesionales del sector, para fijar el control de nuestros precios en origen, la directa trazabilidad de nuestro producto hasta el consumidor final y su correcta comercialización, sin intermediarios mercantiles innecesarios; si no queremos seguir en la frustración económica y la desesperanza, como en esta campaña oleícola que mal acaba.

La campaña, pues, se acaba con precios en origen que rondan los 2 euros el kilo, según tipos y calidades, y muy tímidamente aún remontando en los virgen extra de la nueva campaña, cosecha temprana o premium, creciendo, aunque todavía muy alejados de nuestros precios 3,5-3,8 euros el kilo, imprescindibles para el mantenimiento de nuestra rentabilidad productiva del sector, sin traspasos evasivos de responsabilidades a los gobiernos de turno, o incluso al ya tan cierto “cambio climático”... La culpa principal de lo que ocurre, y vaya a ocurrir con nuestro sagrado olivar y aceite de oliva, en los próximos precios, es principalmente nuestra, de nuestra irresponsable falta de absunción de nuestro futuro, como hemos hecho en estos últimos años con lo demás factores, con unidad inexcusable en la acción comercial y en la fijación de nuestros precios en origen, por nosotros y por nadie mas.

¡La campaña oleícola 2018/2019, terminada, ha muerto! ¡Viva la nueva campaña 2019/2020 recién iniciada, esperanzada!

consultoria.olivar@gmail.com

Notas sobre el pintor José Nogué Massó
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Santa Coloma de Queralt, 1880- Huelva, 1973. Hijo adoptivo de Jaén, y residente desde 1922 hasta 1932, en donde ejerció de profesor y director de la Escuela de Artes y Oficios. Formado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, becado en Roma por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Pintor de paisajes, bodegones de extraordinaria calidad y retratista de personajes públicos. La obra que reproducimos, “Paisaje de Jaén”, recoge un atardecer de finales del otoño, contemplado desde un paraje cercano a Mancha Real de la época, “a través de pinceladas seguras que afirman las formas del primer plano, tratadas mediante colores verdes y grises un tanto azulados, que dejan notar ese clima atmosférico de los atardeceres de Jaén”, contraste entre el efecto solar y las sombras del atardecer, con algo de postimpresionismo, cuyo espacio envolvente hace casi imperceptible el grupo de aceituneras del ángulo izquierdo.