¿El olivar intensivo contra el olivar tradicional?

22 dic 2019 / 10:07 H.

Desde que el inglés Marconi inventó la radio en 1856 —se cree que antes, incluso, lo hizo el español Julio Cervera— y se popularizó su uso como una verdadera revolución científica en las comunicaciones sociales, se pensó que acabaría con la prensa escrita, que hasta la fecha no pudo; lo mismo se pensó, posteriormente, cuando el físico ruso Constantin Perskyi presentó la televisión en el Congreso Internacional de Electricidad de París en el año 1900, como medio masivo de comunicación de masas, se creyó que la radio como medio de comunicación estaba acabada, y no siendo así, sino apareciendo nuevas bandas radiofónicas y encontrando huecos sociales eficientes como el de las comunicaciones en emergencias, usos en automóvil y otros nuevos; la aparición de internet, hacia 1960, también abrió una inmensa brecha en las comunicaciones conocidas hasta aquella fecha, que también alteró la economía del mundo entero, como anteriormente en alguna medida lo fueron la radio y la televisión, contribuyendo decisivamente al crecimiento y progreso de los pueblos

Lo mismo que en los medios de comunicación, en las últimas décadas, estamos asistiendo a cambios radicales en las explotaciones del olivar, especialmente en diseños y técnicas de cultivos empleadas. Las nuevas plantaciones llamadas “intensivas, superintensivas o en seto” están sustituyendo al olivar tradicional que, original de la agricultura mediterránea, se caracteriza por amplios marcos de plantación —entre 70 y 80 árboles por hectárea—, por su origen familiar hereditario, diversidad de varietales, orografía montañosa, edad avanzada de los árboles —más de 50 años de longevidad—, uno o varios pies por árbol, en su gran mayoría de secano y con poco acceso a regadíos organizados en comunidades de regantes, elevada mano de obra empleada, producciones bajas y elevados costes de cultivo.

Las nuevas plantaciones intensivas emplean unas densidades más elevadas —del orden de entre 200 y 450 árboles por hectárea), árboles con un solo tronco para facilitar la recolección mecanizada con vibradores de tronco, con riego localizado, con varietales de altos rendimientos y gustos dulcificados, unos costos de producción mediobajos, una mayor inversión inicial, un marco de plantación entre árboles no superior a 2 metros lineales, altas producciones en los primeros años y una mayor rentabilidad económica. Las plantaciones superintensivas, o en seto, al estilo de los viñedos en hilera, pueden llegar a entre 800 y 1.500 arboles por hectárea, ocupando grandes extensiones muy planas orográficamente, monovarietales de alto rendimiento productivo, bajo coste de mano de obra, supermecanización total, una media no superior a 15 años en producción optima —por su opacidad a luz solar en su follaje interior, y por tanto con un decaimiento progresivo de su producción, altos costes de fitosanitarios, tratamientos fúngicos y fertilizantes químicos— y, desde luego, con una alta rentabilidad inicial.

Ambos tipos de cultivo de olivar, tradicional e intensivos, tienen sus fortalezas y debilidades, y desde luego sus correspondientes oportunidades. Los cultivos tradicionales, de alto coste de producción, deben buscar su compensación económica en su singularidad, en la búsqueda de su calidad extraordinaria, en su artesanía de producción cuidada, en delicados envasados, la comercialización particular, apertura a mercados exteriores y la rentabilidad en su venta al detalle, alejados de los graneles, compensando sus costosa producción con mejores precios de venta y comercialización; o sea, en la recuperación de nuestra identidad y singular producto, defendiéndole en marca.

Para los cultivos intensivos, sus debilidades son su falta de experiencia temporal de este tipo de cultivos y su rentabilidad sostenida en el transcurso de las sucesivas campañas oleícolas; sus oportunidades, su asociación o integración en grandes operadores comerciales, nacionales e internacionales para acceder a grandes y nuevos mercados. El profesor Luis Rallo, de la Universidad de Córdoba, sostiene que estamos “en un cambio de época” en el olivar, en innovaciones tecnológicas, en sistemas de cultivo, en expansión, en aumento de productividad, en comercialización, en calidad y valores organolécticos del aceite de oliva.

Casi el 60% del aceite de oliva, actualmente, aún procede en el mundo del olivar tradicional frente al resto, un 40% que procede de olivares intensivos y superintensivos, decía Juan Vilar. No obstante, hemos pasado, en esta última generación, desde una recolección exclusivamente manual en el olivar centenario, hasta una mediana mecanización en el tradicional, e incluso mecanización completa en el olivar de alta densidad, aunque con desiguales rentabilidades económicas, por lo que sería más justo una discriminación positiva económica en subvenciones y ayudas al olivar tradicional, por su desigualdad de oportunidades, por su mayor creación de empleo y fijación de la población rural, y su debilidad ante las grandes operadores del sector y los grandes inversores de la mayoría de las plantaciones intensivas y superintensivas, estas últimas con más capacidad económica y poder social.

En este cambio de época en el olivar, como pasó en el de las comunicaciones —que comentamos en nuestro inicio de esta página— debe subsistir y solaparse ambos tipos de cultivo, tradicional e intensivos, con plantaciones mas eficientes y productivas, ocupando cada cual su espacio comercial, sus atributos y sus valores, para obtener ambos sectores productivos una aceite de oliva rentable equiparable a su excelencia.

consultoria.olivar@gmail.com

Notas sobre el pintor Gaspar Cortés Zarrías
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Nace en Jaén en 1964, licenciado en BBAA en la especialidad de grabado y diseño. Ha realizado, pese a su madura juventud, multitud de exposiciones y recibido premios. Ha elaborado carteles, murales, obra gráfica e ilustraciones. También ha participado en mesas redondas y conferencias. Mantiene una exposición virtual en internet “www.gasparcortes.com” y en Facebook “Gaspar Cortés QPPA”. Creador estético curioso y profundo. Su obra ha tenido diversos escenarios narrativos y estéticos evolucionando de una manera continuada, siendo una constante el estudio psicológico y emotivo del hombre mirándose a sí mismo y a su entorno más inmediato de imágenes y momentos vitales. Actualmente ahonda en una figuración/abstracción desgarrada instalada en un expresionismo figurativo o abstracto. El trabajo que reproducimos “Breve secuencia de tiempo-Seis ríos de aceite”, está hecho en metal oxidado, metacrilato, madera, objetos diversos, polvo de mármol, esmalte, ó... sobre madera ensamblada.