Siete milenios de alianza
La Campiña con “El pájaro de fuego”, de Igor Stravinski
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Barro y fuego sostienen una alianza que dura ya 7.000 años. Desde el Neolítico, los humanos comenzaron a fabricar objetos útiles con la arcilla del terreno, que secaban después al aire o junto al fuego. Tantos milenios han aquilatado sabiduría, técnica y tecnología. Del modelado primitivo del barro a la cerámica actual que mantiene sus raíces y, también, utiliza máquinas.
Alfar en La Campiña jiennense. Rueda y rueda el torno mientras el alfarero modela con sus manos expertas un bloque de buena arcilla del que salen, una a una, las tapas para los azucareros con precisión cirujana. Fabricarlas requiere mucho oficio y talento. A la par, la máquina, incorporada al oficio artesano milenario, produce piezas básicas con pequeños bloques de barro. En las estanterías se apilan las piezas terminadas. Un ajuar completo para la cocina: vasos, tazas, platos, azucareros, saleros, pequeñas bandejas, jarras y cuencos. Diseños sencillos, clásicos; algunos figurativos, todos coloristas y dignos para la mejor gastronomía.
Hecha la pieza, el alfarero abre el horno, introduce una remesa de piezas y prende el fuego. Estará a no menos de 1.000 grados para la cocción. Entonces el barro se convierte en cerámica consistente. Doce horas después de cerrar el horno lo abre, y el resultado es magnífico. Materia prima originaria, sabiduría creativa aquilatada por los años, oficio contrastado y fuego primordial que insufla vida a lo inerte.