Hierro y fragua
La Loma, con la Sinfonía nº6 Trágica de Gustav Mahler, por la Sinfónica de Galicia

VÍDEO
No eran dioses ni héroes, pero tal habilidad tenían que la magia de su oficio entronizó en altares, olimpos y paraísos una constelación de divinidades cosecha de mitologías, epopeyas y leyendas. El herrero labraba metales; de sus manos, de su fragua y su yunque, tomaba forma la forja de objetos imprescindibles y armas poderosas: todo lo necesario para vivir y para morir.
Les llamaron Tubal, Kurdalaegon, Seppo Ilmarinen, Völundr, Goibhniu, Hefesto o Vulcano. El último nunca pudo imaginar que el gran Diego de Silva y Velázquez lo haría más inmortal en su Fragua de Vulcano. Herreros divinos o héroes de sagas antiguas, ni mas ni menos que trasuntos épicos de un oficio extraordinario. El herrero conocía el fuego y los metales. Era capaz de asociarlos para transformar y crear con ellos objetos e instrumentos que nadie más podía hacer. Y lo sigue haciendo.
Herrería en La Loma. Fragua, yunque, martillo. Fuego y oficio. Heredera de aquellos antiguos talleres de forja. Maneja con habilidad, curtido por la experiencia, el martillo; aviva el fuego para que no pierda fuerza; moldea el hierro sobre el sólido yunque, tal vez para una reja. Antíquísimo oficio que nunca debería desaparecer. Por sí solo atesora uno de los más grandes episodios del empeño humano por dominar elementos, desarrollar habilidades y cambiar los tiempos.