Habitantes del baldío
La Loma con “La Caza”, de Franz Joseph Haydn
VÍDEO
Nombras la comarca y dices olivos de inmediato. Aquí, camino de los dominios del pantano del Giribaile, que alimenta el río Guadalimar, el olivar conserva su cubierta vegetal y el viajero no debe extrañarse si de pronto avista una banda de perdices que huyen corriendo al amparo de los viejos troncos. Pero también es tierra de canchal con sus rocas incrustadas en suelo duro, poblado de hierbas, arbustos y matorral.
Fueron expropiadas para la construcción del pantano. Así que es un baldío, pero tiene mucha vida y habitantes singulares. Las perdices, los conejos que abundan y agujerean la tierra con las galerías de sus madrigueras hábilmente camufladas, al menos lo intentan, bajo un arbusto, generalmente en pendiente, o entre las oquedades de las rocas.
Antes fue bosque mediterráneo y hoy cubierta para hierbas y matojos donde el rastro inequívoco que dejan los conejos, sus excrementos, campana a sus anchas. Y a juzgar por el volumen, las camadas son muy numerosas. Vuela también la mariposa, ligera entre las hierbas aún secas del verano y las rocas, por donde laboran también incasables las hormigas porteando alimentos. Mañana en La Loma, donde acaba de llover. Los juncos dan fe.