Andante sostenuto de fuego y fortuna
La Sierra de Segura con la Sinfonía nº4, I. Andante sostenuto, de Tchaikovsky

Tiene las patas cortas y, aunque puede, correr no es lo suyo. Maestro del andante sostenuto, movimiento moderadamente lento, tranquilo y sostenido, se mueve con ese trote inconfudible, cochinero, que por otras razones evidentes ha derivado en esta rotunda afirmación: del cerdo me gustan hasta los andares.
Fuego y ritual en la Sierra de Segura. La alianza forzada desde tiempos remotos vincula al animal y a los humanos con episodios de prosperidad, abundancia y fortuna. La matanza del cerdo ha alimentado a generaciones y su fiesta la remontan a la Edad Media. Si miramos mucho más atrás, fueron los industriosos fenicios quienes los trajeron en sus gaulos, naves mercantes en las que podían desplazar a nuestras costas mediterráneas hasta 100 toneladas de carga.
Hubo mestizaje con los jabalíes ibéricos y aquellas montoneras vírgenes hicieron el resto. Cumplido el primer cuarto del veintiuno, es necesario vaciar la cartera para laminar un pernil de pata negra y llevarse a la boca esa gloria bendita.
Pero la tradición, anclada en la necesidad para la subsistencia, es tozuda. Se cuela por los capilares del tiempo y esa otra excelencia, con menos manufactura y marketing, muestra su antiguo esplendor en el campo: fuego vivo hasta dejarlo en andante sostenuto; trébede que le aguanta el pulso y sostiene el perol; morcilla blanca y negra de cebolla; chorizo y magro aireándose antes del braseo... Y el murmullo tranquilo de la gente antes de hacerle los honores a la chacina. Tarde que no es, prisa que no tenemos y nadie que nos la meta...