Paco Segura: “Ojalá este concierto homenaje sea el inicio de un camino repleto de poesía”
La esperada cita será mañana a las 20:30 horas en el Embarcadero de Presa de Siles
Solemos asociar el éxito a un Mercedes, a un jet privado y a una enorme cuenta bancaria. Por alguna razón que se me escapa, nos olvidamos de la emoción, de la ternura y de esos viajes que se realizan a partir de unas palabras asidas a una música y lo fiamos todo al vil dinero; una cosa absurdísima que, por ende, nos induce a tomar por una celebridad a alguien que solamente es rico. Y así nos va, claro.
En los años 80, Paco Segura se fue a Madrid a triunfar. Hoy, cuarenta y tantos años después de aquello, sin un Mercedes, sin un jet privado y sin una enorme cuenta bancaria, sigue contando con un público fiel y componiendo canciones, lo que más le gusta. Y mañana, para agradecerle la emoción que nos provoca escucharlo, sus amigos —con el extraordinario abrigo y apoyo de las trece corporaciones municipales de los trece municipios que conforman la Sierra de Segura— hemos programado un concierto en el embarcadero de Siles en el que no faltarán sorpresas.
—Más de cuarenta años, Paco. Toda una vida. ¿Recuerda cómo fue su primer concierto?
—Cómo olvidarlo. Acababa de llegar a Madrid, en 1978, fue con Pablo Guerrero y con Luis Eduardo Aute, en el salón de actos de un instituto en Carabanchel. Imagínate, no puedo quejarme de los padrinos de mi bautismo. Luego, tres años más tarde, en 1981, gané el Festival de Andalucía de la Música, con Entre olivos. Y hasta hoy.
—¿Cuándo decidió que se convertiría en músico?
—Supongo que la primera guitarra que me trajo mi padre de Albacete tuvo mucho que ver, así como el hecho de que en mi infancia, los veranos, los pasara en Génave, y escuchara a la banda tocar en la plaza. Pero todo eso son solo circunstancias externas favorecedoras. Y la música, en lo que se refiere a atraparte, funciona como todo un mundo, afortunadamente.
—El concierto de mañana no será ni el último, ni el penúltimo, ni el antepenúltimo. Pero sí va a ser uno de los más especiales de su vida. ¿Qué siente?
—Siento un escalofrío se llama la última canción que he compuesto. Y eso es lo que siento. Y también zozobra, vértigo, miedo y mucha gratitud, mucha.
—¿Se esperaba, el pasado 16 de julio, en el acto de presentación del concierto de mañana que se realizó en la cima del Yelmo, la presencia de todos los alcaldes segureños?
—He de decir que es la primera vez que he visto tal circunstancia. Me maravilló encontrar a todos los alcaldes en el Yelmo, superando ideologías y apostando por una causa común, en este caso por la cultura, sin dudas y de la manera más natural, o sea con su presencia, que creo que es como debe ser, pero no es fácil lograrlo. Si me lo hubieran dicho cuando me fui con la guitarrica a Madrid... Mi agradecimiento a ellos es infinito. Y creo que, a su vez, es un bien para todos, un hecho importante. Ojalá pueda ser el principio de un camino lleno de poesía para los oídos, que tanta falta nos hace para contextualizar nuestra cultura serrana.
—Sabina ha anunciado Hola y adiós, la gira que le servirá de despedida. Serrat lo hizo hace un par de veranos. Usted es un Rolling, ¿no? ¿O también se plantea bajar del escenario?
—Mis circunstancias me obligan a pensármelo, pero la dificultad es lo te hace crecer. Yo he sido un luchador toda mi vida y no tengo más remedio que seguir mi instinto. Y, en realidad, ya no tiene mérito, porque lo hago por inercia. Todo y todos los que hay a mi alrededor me ayudan y me estimulan, estoy rodeado de almas libres y maravillosas que aparecen por mi casa como si fuera la suya y me hacen muy feliz. Y yo les agradezco las visitas con canciones.
—Estos días, precisamente, su casa se asemeja al camarote de los Hermanos Marx, artistas queriendo ensayar su participación en el concierto de mañana, gente que le quiere y admira cantando sus canciones. ¿Está feliz?
—Más feliz que una perdiz, ayer acabamos a las 12 de la noche, después de ensayar toda la tarde. En favor de mis vecinos, he de decir que son pacientes.
—Ha compartido escenario con los más grandes, ya nos ha contado que en su primer concierto compartió escenario con Pablo Guerrero y Aute. También lo ha hecho en muchas ocasiones con Sabina. ¿Qué recuerda del tiempo en el que coincidió con Joaquín? ¿Podría contarnos alguna anécdota?
—Éramos tan jóvenes, dice la canción. Fueron tiempos de lucha, de posicionarse, de cantar en la calle... Alrededor de una docena de cantautores de entonces nos reuníamos en Lavapiés, en la casa de Ángel Corvera, un maestro de Albacete y cantábamos en Song Parnass, un lugar en el que te podías encontrar a Morente, al Brujo... ¡o a la sobrina del presidente del Perú! Nada convencional. Calculo que serían dos o tres años antes de la Mandrágora. Un sábado por la noche, con Joaquín Sabina a la cabeza, nos negamos a cantar para que el dueño se estirara un poco y organizamos la primera huelga. ¡Todo un éxito! Con Joaquín a la cabeza y en el pelotón otros grandes, como Juan Antonio Muriel, Daniel Amaro, La Caramba, El Pulgar... Empezaba La Movida.
—Supongo que la preparación de este concierto le ha obligado a olvidarse de otras historias. Pero me consta que es alguien inquieto y que mañana mismo (o pasado, si está muy cansado) volverá a retomar viejos proyectos. ¿En qué está trabajando ahora?
—Algunas de las canciones que cantaré forman parte de un nuevo trabajo que estoy preparando. Son doce poemas universales de, entre otros, Gabriela Mistral, Luis García Montero, Federico García Lorca, Bécquer..., y algunos más de poetas serranos como José Herreros y dos de un tal Andrés Ortiz Tafur (risas) a los que he puesto música desde una concepción más íntima y tratando de acercarme al enfoque de cada poeta. Este trabajo se ha presentado en la Diputación y espero que nos echen una mano para grabarlo en condiciones y presentarlo en nuestra Sierra, como poco. Las suyas, ya adelanto, que las cantaré mañana en el embarcadero. Por cierto, gracias a todos por prestarme sus letras. El proyecto se llamará Poesía para mis oídos.
—Segura es su nombre artístico, no su apellido.
—Yo soy Francisco López Jiménez que, como nombre artístico, evidentemente, no dice nada. Y cuando me fui a Madrid, “a triunfar”, había que elegir un nombre. La idea de Paco Segura es de mi amigo Casi Morcillo. ¿Qué mejor manera de identificarte que utilizando el nombre de la tierra que te vio nacer? Y así nació Paco Segura, nombre que he paseado orgulloso por toda España durante 45 años. ¡Y los que me queden!
—En los años ochenta dejó una sierra que, en ciertos aspectos —y a Dios gracias— se parece muy poco a la de ahora. Pero seguimos padeciendo de la dejadez gubernamental, sufriendo las consecuencias que tan bien narra en su canción Andaluz de frontera. En su opinión, ¿qué cambios son los más urgentes y precisos?
—Desde que escribí Entre olivos ha llovido mucho, pero una parte de la letra ha sido premonitoria: la gente se ha marchado y así nos va, cada vez somos menos. Hay que concienciarse. Tenemos que convivir con los que llegan en un ejercicio inmenso de amor pero también por la cuenta que nos trae. Los pueblos envejecen y el personal muere sin repuesto. Estoy seguro de que nuestros alcaldes, tan jóvenes por otra parte, facilitarán la labor para hacer de la Sierra algo más grande, si cabe, y un lugar de convivencia próspero. Soy feliz viendo mi pueblo lleno de gente en verano. A ver si conseguimos que los inviernos sean más cortos con políticas de integración que me consta que ya se están haciendo.
—Vamos a hablar un poco de los artistas que se subirán con usted al escenario mañana por la noche. No desvelo ninguna sorpresa nombrando a Aire Solano, su última y más conocida formación. ¿Cómo surgió?
—Aire Solano nació de la amistad, pero también de la necesidad de hacer una formación con canciones de autor. Yo tenía mucho que contar y ellos muchas ganas de tocar. En principio, fuimos Casimiro Morcillo, Marcos Martínez y yo. Más tarde se nos unió Alicia Serrano para ayudarnos con su extensa formación musical.
—Siempre hay mucha gente cerca de usted, Paco. Síntoma de lo que se le ama, o así lo percibo yo. No quiero nombrar a todos, porque no quiero olvidar a nadie, pero sí me gustaría que me definiera a Casi Morcillo.
—Casi es ante todo mi amigo del alma, así lo veo yo también. Casi, si en algún momento de mi vida yo tuviera que salvar a alguien, no dudaría en elegirlo. Casi es, en frase de Lima Quintana, gente necesaria. Desde que me fui a Madrid y me acogió en su casa cuando no sabía por dónde empezar, hasta que llegué aquí, han pasado muchos años de sincera amistad, sin aspavientos, con sosiego, como es él, un remanso de paz y un humano que engrandece nuestra condición.