La pasión por la plumilla de Bernardo Ruiz López
El veterano novelista conversa sobre la publicación, por tercera vez, de “Sublime amistad”

A sus 83 años, la pasión de Bernardo Ruiz por la escritura le ha dado grandes alegrías. Entre las más recientes, la publicación, por tercera vez, de Sublime amistad. Esta novela aborda la compañía entre dos jóvenes a las faldas del Castillo de Santa Catalina. La historia, que volvió a ver la luz durante el pasado agosto, contó con la ayuda del eterno amigo del autor Vicente Oya. El que fuera cronista oficial de Jaén dedicó unas bonitas palabras en la nueva versión que, como constata su autor, no tiene “un afán complejo”; tan sólo deleitar al lector con las curiosidades de esta tierra. Precisamente, Jaén ha sido siempre el punto de conexión en las novelas de Ruiz. Lo que delata el amor que profesa a su tierra. Por este sentimiento divulga y promociona ese “aura de misterio” que Ruiz atribuye al paisaje jiennense, con su mar de olivos, informa Alberto Sánchez.
—Jaén está siempre presente en sus novelas.
—Suele ser el epicentro porque, como le pasa al artista Santi Rodríguez, estoy muy arraigado a ella. Hay que tener en cuenta que, pese a que para nosotros es habitual, para otros foráneos es una especie de lugar lleno de misterio. Por ello, trato de reflejar mis vivencias, pensamientos y demás aspectos vitales en mi escritura.
—¿Por qué ha reeditado Sublime amistad?
—El cariño y el apoyo que recibí de conocidos y lectores fue lo que me impulsó para haber hecho esta nueva edición. De hecho, el prólogo es de mi gran amigo Oya. Muchos me lo pidieron insistentemente y gracias a mi hijo se hizo realidad. Él trabaja con una editorial en Madrid en la que incorporaron esas preciosas palabras que me dedicó. Aparte, mi hijo fue el que me propuso cumplir con todos aquellos comentarios que había recibido; vio que yo lo necesitaba para seguir vivo, por lo que él me ayudó.
—¿Qué le llevó a escribir esta historia?
—Hablamos de 1990. Oya me animaba puesto que, como era director financiero, tenía muchos líos y no estaba muy dispuesto a seguir escribiendo. Pero lo hice, y desde entonces he podido acumular una serie de libros inéditos, muchos de cuales he ido publicando con el paso de los años. Y en realidad, estaban en folios dispares. Yo siempre me refugiaba en ellos y con las recomendaciones de mi amigo.
—¿Cómo se encuentra?
—A mis 83 años estoy bien, pero ahora soy una persona más dependiente, con manejo irregular en ciertos ámbitos. Tanto que casi ya no tengo libertad. Todo esto es lo que me impide dedicarme a la tarea que conlleva una nueva historia.
—Ahora se dedica usted a otros menesteres.
—Trato de escribir cartas para que ustedes, que son tan amables de recibirlas, las publiquen en el diario (como parte de las Cartas al Director). Prácticamente no queda nadie vivo, anterior o contemporáneo, a la Guerra Civil y cada vez que uno de ellos se va, también lo hacen sus experiencias, muy valiosas. Así, voy trazando anécdotas y demás historietas menores de lo que me va viniendo a la mente, para poder conservarlas. La continuación de la escritura de novelas es ya muy difícil con esta edad.
—¿Cómo empezó a desarrollar su afición?
—De joven fui a Barcelona, como si fuera una aventura, y cuando regresé, senté cabeza en Ecosur (Cooperativa de ahorro y crédito) como parte de la ejecutiva. Yo ya tenía un antepasado, Bernardo Ruiz Cano (director de El Pueblo Católico) que se dedicaba a las letras. Por lo que en mi familia había arraigo, cosa que también encontré en mi grupo de amigos. En nuestros ratos libres escribía comentando esta novela junto a Vicente, cuando tomábamos café en el Castillo de Santa Catalina. Utilizaba este tiempo para evadir los problemas, que eran grandes, del banco. Puesto que también estuve implicado en el movimiento cooperativista de Jaén, dentro de la Uteco.
—¿Algún mensaje para quien quiera acercarse a sus libros?
—Que amen a Jaén y que disfruten conociendo las vivencias que plasmo en ellos. Podrán adquirir más profundidad sobre esta tierra misteriosa y recrearse en las novelas. Además, lo van a pasar bien, porque no son libros complicados y no se prestan a grandes intenciones, todo lo contrario, quieren ofrecer bondad.