Imponente aplauso

03 feb 2020 / 12:33 H.
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En principio, muy pocos serían capaces de encontrar una conexión entre Jaén y Ludwig van Beethoven. Sin embargo, no ha habido un solo año durante los últimos 62 en que no se haya interpretado la música del maestro alemán en nuestra ciudad. La cita se produce de manera ineludible en el marco del Concurso Internacional de Piano, acontecimiento a través del que cada año se proyecta el nombre de Jaén en el ámbito internacional y que, paradójicamente, muchos de sus habitantes desconocen. Fue este pasado fin de semana cuando la capital jiennense decidió saldar su deuda con Beethoven a propósito de la celebración del 250 aniversario de su nacimiento. Y no se ha tratado de un gesto vacío ni de un guiño casual: en dos veladas consecutivas, las noches del viernes y sábado, el pianista Javier Perianes —arropado por la batuta de Manuel Hernández Silva y la Real Filharmonia de Galicia— se ha enfrentado al colosal reto de interpretar el ciclo de los cinco Conciertos para piano y orquesta.

Tan sólo la perspectiva de escucharlos completos ya intimida incluso al aficionado más entusiasta. Tres horas aproximadas de música que se antojan una exigente caminata a través de una ruta de trazado abrupto. No en vano, los Conciertos abarcan desde 1787 hasta 1811 (período en el que trabajará en la composición y presentación al público de las sinfonías Primera a la Séptima) y son considerados piezas imprescindibles para entender la historia de la música. Digamos que Beethoven fue discípulo nada menos que de Joseph Haydn y que el referente más destacado de la música de la ciudad en que habitaba, Viena, era un tal Wolfgang Amadeus Mozart. La alargada sombra de ambos monstruos habría bastado para que cualquiera desistiese en su intento de componer algo nuevo. Sin embargo, el talento y el volcánico carácter de Beethoven supieron alumbrar un camino nuevo en la música. De la rigidez del canon neoclásico, el genio de Bonn supo extraer sus propias conclusiones, algo que marcó el futuro de la música venidera. Y este es el desfiladero por el que transitó, ajena al peligro, la ciudad de Jaén durante este pasado fin de semana. Javier Perianes se enfrentó a la tarea con la seguridad del guía que conoce el terreno. Recordemos que el pianista onubense es un viejo conocido por estos lares: fue el ganador de la edición de 2001 del Premio Piano. Casualidad o no, el galardón le fue concedido gracias a su interpretación del Concierto número 4 para piano y orquesta del propio Beethoven. La noche del viernes 31 de enero culminó precisamente con esta pieza, después de haber pasado de manera sobresaliente sobre los Conciertos número 2 y 3. El pianista posee una técnica excelente y su fraseo es suelto y enérgico, con momentos reflexivos de gran hondura que conectan con la sensibilidad del espíritu romántico a que se deben las piezas. Especial mención requiere en esta lid la transición desde el segundo movimiento del Concierto número 4 al tercero, con ese vivace que hipnotizó al público y coronó al intérprete onubense, quien pareció rejuvenecer casi veinte años ante los vítores y los aplausos del rendido público que abarrotó el Teatro Infanta Leonor.

No es fácil programar los Conciertos para piano y orquesta. La ventaja de escuchar en la primera velada los intermedios es que se reserva para el final los apoteósicos número 1 y número 5, el Emperador, de manera que puede comprenderse un poco mejor ese órfico intento de Beethoven de impulsar su música hacia un lugar distinto. Si el Concierto número 1 es considerado deudor del clasicismo y casi un tributo a sus maestros, el número 5 es ya una declaración de la independencia por la que Beethoven siempre apostó. Los Conciertos para orquesta y piano abrieron la senda que la Sinfonía Heroica desencadenó de manera definitiva. Se desataron con ella fuerzas emocionales hasta entonces desconocidas por la música. Beethoven encarna un nuevo y salvaje tipo de música marcado por el poderío y la individualidad, algo nunca soñado por las normas del pasado. Beethoven creará con sus melodías la viva encarnación del héroe romántico, un ser capaz de derribar las fronteras del pasado y construir un mundo nuevo con las ruinas del anterior. Y asombra que Perianes haya salido indemne de semejante reto. Lo hizo sin recurrir a partitura alguna, lo cual denota talento, seguridad y trabajo a partes iguales. Hubo algún desfallecimiento en los dos primeros movimientos del Concierto número 1, en los que la conexión entre la orquesta y el pianista evidenciaron la fatiga por el esfuerzo de la noche anterior. Resuelto el entuerto, el director Hernández Silva celebró la perfecta resincronización del Rondo del tercer movimiento con un baile gozoso mientras seguía guiando con su batuta a la magnífica orquesta. El Emperador perdurará en la memoria de la ciudad para siempre. Y así, sin que muchos lo hayan advertido, Jaén se convirtió durante un fin de semana en capital beethoveniana del mundo.

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