Francisco Morales: “Este proyecto trata de pura convivencia”
El director del Taller de Música comenta la XXXVI edición, una iniciativa promovida por el Ayuntamiento de Baeza y la Diputación Provincial

LA ENTREVISTA
La familia Morales Lozano lleva marcado a fuego el Taller Provincial de Música, una iniciativa promovida por el Ayuntamiento de Baeza y la Diputación de Jaén que este año ha cumplido treinta y seis entregas. Hoy, su director, Francisco Morales Lozano (1967, Baeza), mantiene la ilusión de un taller que inició su hermano allá por 1988, y que ha permitido instruir a cerca de 2.500 músicos de toda la provincia. Su pasión por la melodía ha acabado por convertir esta iniciativa en una de las abanderadas en la provincia, incluso despertando el interés de otras partes de España. Cuenta con un presupuesto complejo, pero ve sus frutos cada verano durante los seis conciertos que los 80 jóvenes preparan con una semana de antelación. Cerró esta edición el pasado domingo, con una audición en el Teatro Montemar de Baeza capital y se vendieron todas las entradas, informa Alberto Sánchez.
—Llevan una semana intensa.
—No se lo puede imaginar. No llevamos una, sino dos, la de preparación de los conciertos también, pero cuando uno ve las caras de los músicos, le insuflan alegría por todo el cuerpo y se quita el sueño, el cansancio y todo lo demás.
—¿Desde hace cuánto tiempo dirige el Taller de Música?
—Llevo al frente 7 años. Tras la muerte de mi hermano (Martín Morales), yo me pongo al mando. Martín se apoyaba mucho en mí y programábamos muchas cosas juntos, así que pensaron que debía continuar su obra. Me fui de Baeza con 16 años, pero eso sí, cada vez que tengo 10 minutos libres, cojo el coche y vuelvo a mi pueblo; soy de pueblo para toda la vida.
—¿Vive esta semana como director o como profesor de alumnos?
—Soy responsable de 80 niños, ya no sólo musical, sino personalmente. Este proyecto se trata de pura convivencia alrededor de la música, para que se conozcan estudiantes de nuestra provincia, que destaca por tener muchísimos. Tenemos que ayudarlos a crecer y motivarlos en ciertas cosas, puesto que el Taller no es sólo música. Son 15 días donde los niños quedan muy marcados. Entonces, (tras los ensayos diarios) les preparamos actividades.
—¿Hay buena cantera en Jaén?
—La intención es montar una banda que la represente, por lo que los aspirantes son seleccionados. Este año hemos tenido más de 200 solicitudes. Hay mucha gente que se queda fuera, este año han aspirado 51 bandas de música de las cuales 48 han sido seleccionadas y hablamos de muchas bandas de distintos municipios. Todos los músicos no están en el Conservatorio, así que les traigo partituras de charangas y hacemos grupos para que las toquen y, además, le tienen que añadir una coreografía. Imagínese las risas, porque tienen creatividad y acabamos tirados por los suelos.
—Tiene una relación muy cercana con ellos, ¿verdad?
—Es muy intensa, desde las ocho de la mañana estoy con ellos y me voy todos los días de madrugada. Paso con los alumnos cerca de 20 o 21 horas. Cuando se van, me echo a llorar. Se me va el corazón entero.
—¿Qué partitura disfruta más con sus músicos?
—Un pasodoble que les compuse yo hace ya 18 años, que se llama “Despidiendo a un amigo”. Es muy lento, un canto a la amistad. Lo compuse cuando terminó una de las ediciones y una parte lleva letra. A ellos les explico toda la partitura y ha habido años que hemos tenido que parar porque se han puesto a llorar. Claro, los padres tienen de frente a 80 niños llorando porque no se quieren separar de esta experiencia y entonces los padres lloran más, un escándalo (risas). Yo en la tarima también me echo a llorar, y con la cosa necesito beberme tres litros de agua después.
—¿Esa sinergia que tienen es la que le ayuda a seguir cada año?
—He estado 15 días durmiendo muy pocas horas pero, cuando me subo arriba y veo la cara de mis músicos, se me cambia por completo, es como si subiese al cielo, soy el tío más feliz del mundo. Por eso estoy pensando en comprarme un cortijo en Madrid y llevarme a todos para hacer una comuna hippie (risas).
—Sorprende la permanencia del Taller Provincial en la parrilla de verano de la Diputación.
—Ha resistido todas las crisis económicas que ha habido en España. Cada año preparamos un programa extenso, muy variado, para que donde vayamos con la banda de la provincia el pueblo se sienta representado y se sienta orgulloso de ver a 80 niños que son representantes de todo Jaén. Cuando mi hermano lo presentó como iniciativa hace 37 años a Arturo Gutiérrez (director del Área de Cultura de la Diputación), no había cursos por todos sitios como ahora, y sólo existían 10 bandas. Ahora somos la provincia con más bandas musicales per cápita. Hay 7 u 8 provincias que ya han preguntado por el proyecto, pero cuando ven lo que cuesta, no hay manera de que lo inicien.
—Cuénteme alguna anécdota curiosa de estas dos semanas.
—Eran las cuatro y media de la mañana, las clases empiezan a las ocho con todo el mundo de pie, pero se oían muchas conversaciones. Voy a llamar a la puerta y desde fuera comienzo a escuchar que estaban hablando de la zarzuela que llevábamos en el programa. “¿Has visto esta frase musical?”, “A mi esta parte me encantó”, y así (risas). Así estaban a las cuatro de la mañana los gachones. No toqué ni la puerta.
—¿Considera que la música hace mejores personas?
—La música es algo más que coger el instrumento, trato de enseñarles que puede abrazarles. Te enseña la humildad, porque trabajas en equipo y te abre la mente. Yo les enseño que, en un certamen de bandas, no vean en el contrario a un rival, sino que vean a un amigo. La música lo que hace es unir a las personas, no me canso de repetirlo. No nos puede dividir nunca, y es una pena cuando una banda de pueblo se divide por rencillas. La música es donde se pueden apoyar para ser felices y, cuando se sientan plenos, que lo aprovechen.
—¿A quién le dedica esta edición?
—No esta, sino todas las ediciones, a ellos, a los alumnos del Taller. Les digo, escuchaos, sed conscientes de la suerte que habéis tenido y de las sensaciones que estáis viviendo, dejad que os marquen. Aquí hacen amistades para toda la vida, el primer día vienen padres que habían estado aquí como alumnos y se reencuentran con antiguos compañeros. Dedicarles a ellos es dedicarle a la música.