Ángel Custodio narra en su libro cómo fue vivir en la calle y recuperar un hogar
El empresario madrileño cuenta sus vivencias en una obra que presentará hoy en la parroquia de San Miguel
LA ENTREVISTA
El empresario madrileño Ángel Custodio lo perdió todo y pasó varios meses durmiendo en la calle. La experiencia lo transformó radicalmente, le devolvió la fe y le impulsó a escribir un libro: “Salir de la calle”. Tras autopublicarlo con apenas unas servilletas, el libro ya ha vendido más de 10.000 ejemplares. Esta tarde, a las 20:00 horas, lo presentará en la parroquia de San Miguel, un acto cargado de esperanza y compromiso social. En conversación con Diario JAÉN, Custodio cuenta su realidad, cómo surgió la idea y qué le mueve hoy a ayudar a sus semejantes.
—Cuando se vio usted viviendo en la calle, ¿cómo afrontó espiritualmente aquella situación tan dura y difícil?
—Al principio intenté encajarlo con deportividad cristiana. Pensé: “Si es la voluntad del Señor, aunque ahora no lo comprenda, sé que lo entenderé”. Pero pasaban los meses y no ocurría nada. Llegó un momento en que dije: “Señor, ¿cuál es el propósito? ¿Estar aquí 30 años?”. Y comprendí que tenía que dar yo un paso.
—¿Ese paso fue la escritura del libro Salir de la calle? ¿Cómo nació exactamente esa idea?
—Justo al día siguiente de hacerme esa pregunta surgió la idea. Empecé tomando notas en folios y servilletas que guardaba en una bolsa. Cuando la tuve llena, un señor de una papelería me ayudó a publicarlo. Yo creía que lo comprarían 30 o 40 personas por empatía, pero el primer mes vendimos mil ejemplares. Hoy lleva más de 10.000. Ese libro fue lo que me permitió salir de la calle y desde el principio tuve claro que lo que ganara sería para ayudar a otros.
—De modo que logró salir de aquella situación mediante la acción, no se sentó a esperar. ¿La fe necesita del movimiento para que Dios nos eche una mano?
—Así es. Para mi la fe es oración, acción y paciencia. No basta con sentarse a rezar: hay que mover lo que uno tenga, aunque sea muy poco. Yo tenía un folio y un bolígrafo, y con eso tiré para adelante. Cada uno tiene que preguntarse qué puede hacer con lo que tiene.
—Vivió algunas situaciones injustas, como no poder recibir atención sanitaria por no estar empadronado. ¿Qué cambios cree que deberían hacerse para ayudar realmente a las personas sin hogar?
—Lo primero es facilitar que cualquier ciudadano pueda ayudar legalmente a una persona sin hogar. En Madrid repartíamos comida a 300 personas en la plaza de Ópera y nos lo prohibieron porque “se juntaba demasiada gente”. Si las instituciones no llegan a todo, no tiene sentido impedir que la ciudadanía eche una mano.
—¿Ha cambiado su mirada sobre la vida y sobre Jesús?
—Totalmente. Yo era un empresario que buscaba el éxito material. Ahora sé que necesitamos muy poco para vivir.