El lince ibérico alcanza un nuevo récord en 2024
La población de linces ibéricos en la Península Ibérica creció un 19% en 2024, alcanzando su máximo histórico desde que se tienen registros de seguimiento. En un año, se llegaron a los 2.401 ejemplares censados, según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica. Las cifras reflejan el éxito de décadas de esfuerzos de conservación para reducir su riesgo de extinción, aunque los expertos advierten que no hay que echar campanas al vuelo. “Sigue siendo una especie vulnerable según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Superó los peores números y está en expansión, pero eso no significa que se pueda dejar sola. Hay que seguir luchando contra las grandes amenazas”, sostiene Eduardo Gómez, doctor en Biología y presidente de la asociación ubetense Ámalo.
Los atropellos son la principal amenaza del lince ibérico, siendo la causa de muerte en el 75,4% de fallecimientos registrados el año pasado. Sin ir más lejos, a inicios de esta semana, dos ejemplares fueron hallados muertos en el entorno del Espacio Natural de Doñana a causa de esto. La situación era bien distinta durante el siglo pasado, cuando las armas representaban su principal enemigo. “Durante el franquismo era legal matarlos porque se consideraban alimañas. Eso hacía que los animales criaran en sitios muy escondidos, como cuevas”, explica Gómez, en referencia a una reciente investigación paleontológica que revela que los linces prehistóricos criaban a sus cachorros en cuevas. El estudio, liderado por las universidades de Burgos y Barcelona, documenta que el lince ibérico abandonó esos refugios rocosos para adaptarse al matorral mediterráneo del sur peninsular, donde escoge huecos entre árboles o arbustos densos para proteger a sus crías.
La investigación sostiene esa capacidad del lince ibérico para adaptarse al entorno y a las circunstancias que lo rodean. “Estos animales tienen la capacidad de criar en casi cualquier sitio, y eso explica que se estén expandiendo y hayan llegado a zonas donde antes estaban muy perseguidos”, asegura el presidente de la asociación ubetense Ámalo. Almería o Sierra Mágina son algunos de estos puntos de dispersión, aunque la principal área geográfica para el lince ibérico sigue siendo Sierra Morena, con 1.082 individuos contabilizados en 2024. De acuerdo con los registros del Ministerio de Transición Ecológica, la tendencia de la población es más que positiva, teniendo en cuenta que pasó de menos de 100 ejemplares en 2002 a los más de 2.400 en 2024. Prosigue la suelta de linces en zonas específicas con un objetivo claro: crear una metapoblación, es decir, pequeñas poblaciones conectadas genéticamente. “Se busca que haya una población estable mediante corredores naturales, en los que puedan haber intercambio genético”, explica Gómez. Para ello, la protección de la especie en las carreteras es clave: “En zonas históricas de presencia de linces, como en Andújar, Doñana, o parte de Sevilla y Córdoba, ya hay señalización especial y radares de tráfico. Pero están llegando a zonas donde no hay ese tipo de medidas, y ahí es donde ocurren los atropellos”, especifica el presidente de Ámalo.
El declive de las poblaciones de linces ibéricos en libertad fue una constante desde la década de 1950 hasta principios del siglo XXI. La persecución humana y la escasez de conejos fueron las principales causas del descenso de la población, llevándola al borde de la extinción. Desde entonces, hay puestas en marcha distintas iniciativas de conservación, como la cría en cautividad y la reintroducción de ejemplares. Centros, como el La Olivilla, en Santa Elena, juegan un papel fundamental en el crecimiento de una especie amenazada. De la cueva al matorral, el lince ibérico sigue escribiendo su historia de supervivencia. Pero, su futuro depende de que la conservación siga en el centro de la cuestión.
Eduardo Gómez Llano, presidente de la Asociación Medioambiental de La Loma (Ámalo): “Puede criar en más sitios de los que imaginamos”
—¿Qué supone el hallazgo de linces prehistóricos en cuevas?
—Nos muestra la plasticidad que tiene a la hora de seleccionar un lugar de cría. En tiempos antiguos, la persecución forzó a que vivieran más escondidos. Hoy esa amenaza no existe, esto hace que puedan criar en casi cualquier entorno, incluso en pajares abandonados.
—Siendo los atropellos la principal causa de muerte del lince, ¿qué medidas se adoptan para reducir el riesgo?
—Se están instalando radares, pasos de fauna, y también señalización específica en carreteras que atraviesan zonas linceras. Aun así, sigue habiendo mucho margen de mejora. Hay que actuar también en las zonas nuevas donde se están asentando linces, que no tienen todavía medidas específicas.
—¿Qué papel juega el cambio climático en la conservación de la especie?
—El cambio climático afecta de manera indirecta, sobre todo a las poblaciones de conejo, que es su presa principal. Las enfermedades como la mixomatosis y el virus hemorrágico se propagan con más facilidad en veranos secos y calurosos en estos animales. Eso puede hacer que el conejo escasee, y si hay poco conejo, al lince le va mal.
—¿Se contempla la reintroducción del lince en zonas donde, a día de hoy, está ausente?
—Sí, de hecho se están haciendo sueltas en zonas como Murcia, o en zonas más al norte como Salamanca. El hallazgo paleontológico confirma que, en realidad, el lince podía criar en muchos más sitios de los que imaginamos, incluso en pajares o en cuevas pequeñas.
—¿Cuál es la prioridad para su conversación en el futuro?
—Lo más importante es reducir la mortalidad por atropello. Pero también es muy importante continuar con la concienciación ambiental, especialmente entre los cazadores. Históricamente veían al lince como un competidor por el conejo, y lo mataban. Ahora, los estudios científicos demuestran que, si tienes linces en tu coto, probablemente tienes más conejos, porque el lince expulsa a otros depredadores más dañinos.