Juan Espejo González

Así describe el libro “Diario de un Náufrago” el paso a manos privadas de Diario JAÉN hace 41 años

A Juan Arévalo, el presidente de los empresarios de Jaén, justamente cuando los empresarios en Andalucía se atrevían a hacer campañas con la manzana y el horripilante gusano socialista, quizá le habrán oído lamentos públicos por no cerrar una insignificante operación financiera para comprar Diario JAÉN cuando iba a ser subastado por la cadena de Medios de Comunicación Social del Estado. También lo ha dicho públicamente, pero menos, lldefonso Serrano Gámez, por su doble condición de empresario y político y su unívoca adscripción al Opus Dei, de ahí que sus lamentos trascendieran siempre las cuestiones terrenales, y como Alonso se emparentara con las celestiales que nunca cuestionan el materialismo que santifica la doctrina liberal.

Fachada de Diario JAÉN en el Polígono de Los Olivares, cuando era Prensa del Movimiento, desde 1941 hasta la democracia.

Pero nunca fue público un comentario sorprendente y desconocido hasta ahora: “¡Cuánto hemos lamentado no comprar en su día el periódico JAÉN!”. Quien así se expresa es doña Teo, la mujer de Ramón Palacios Rubio, alcalde de La Carolina entonces, en 1984. Tan significativa declaración esconde una sonora frustración de la clase empresarial jiennense, claramente adscrita al pensamiento político más conservador. Y razones tienen para ello, porque el Estado puso en venta la cabecera del viejo periódico “JAÉN” hasta en tres ocasiones, y nadie con dinero del Santo Reino dio el paso, quizá por miedo, quizá por falta de perspectiva histórica, las más, por desconfianza de unos empresarios hacia otros y viceversa. La primera subasta pública se produciría en febrero de 1984, con un precio de salida de 43,3 millones de las antiguas pesetas, un mes después saldría de nuevo a la venta, con una tasación a la baja de 39 millones de pesetas para, finalmente, ser adjudicado al único comprador, Raymex S. A., una empresa aparentemente adscrita al pensamiento socialista reinante. A través de un sonado crédito de la Caja de Jaén fue en última instancia la única empresa que puso encima de la mesa los 33,5 millones de pesetas en la tercera y última subasta. “A la una, a las dos y a las tres... Adjudicado Diario JAÉN”. Todavía subyace esa sonora frustración de los primeros meses de 1984 y, desde entonces, nunca cejaron en estos veinte años de sinvivir profesional los comentarios sobre la creación de un periódico financiado con ese dinero que nunca salió del bolsillo de ningún empresario jaenero. Dichos, que no hechos, siempre, salvo el sonoro y laxante fracaso de un semanario llamado “La Voz de Jaén”, que sembró de basura la vida política, económica y social de la capital jiennense en los cálidos 90, para regocijo de quienes lo pusieron en marcha y que ahora mantienen viva la empresa editora para hacer frente a unas cuantas querellas por lo que en él se escribió y se vio, bochorno de la Constitución Española y de las leyes más elementales de la cordura, la educación y la decencia, que no están escritas en ningún sitio, pero que nunca se traspasaron hasta entonces y desde entonces, hasta que la Onda Jaén Municipal puso de nuevo de moda el vomitivo modo de linchar públicamente al que piensa diferente. Nacía “La Voz de Jaén” a finales de los 90 con voluntad de convertirse en diario, pero sus mentores -los Arévalo, los Siles, los Gutiérrez...- no calcularon bien y cuando se hartaron de poner guita le endosaron el muerto económico al dueño de Garca, José Cañada, y los líos judiciales a José Luis Siles, que, como presidente del Consejo de Administración, conoció, justo después de ser apuñalado metafóricamente como presidente de la CEJ, ironías de la vida, lo que era manejar una empresa. Pero esa es una historia que merece capítulo aparte.

Rotoplana de Diario JAÉN, en los años 70, con el director Pedro Morales atendiendo a un grupo de visitantes.

“Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Lo dice el refranero popular español, que, seguramente, es muy sabio y acierta casi siempre. Seguramente a él acudieron quienes, de forma ostentosa, despedían con hondas alabanzas al viejo periódico JAÉN, el que no hacía tanto tiempo llevaba colgadas de su cabecera y de su letrero el yugo y las flechas. Paradojas de la vida, muchos lo criticaban aquellos años por sectario y oscurantista, porque no podían publicar casi nada, aunque fuese bajo su personalísima responsabilidad, y porque tiraba abundante material a la conocidísima papelera de las noticias sin publicar. Decían, repito, que era así, sin caer en la generalización, pero con clara tendencia a la censura, pero el 16 de mayo de 1984, último día de publicación antes de pasar a manos privadas, algunas gentes, algunas asociaciones, algunos colectivos, lo echaron de menos de pronto y lo despidieron a lo grande. Algunas lágrimas eran entendibles, se justifica plenamente que lo hicieran, siempre lo tuvieron cerca, pero otros, caso del PCA y la UGT, pues la verdad, como que no. Cosas de la vida; cosas de este Jaén nuestro, tan querido y tan especialmente sorprendente. La venta a una empresa privada, ya citada y apellidada por la progresía, se produciría en el mes de abril, pero el cambio real de timón no llegaría hasta el 17 de mayo. Entonces nacía un periódico nuevo, muy distinto al del día anterior, trabajado aún por los periodistas con máquina de escribir, pero con una incipiente generación de ordenadores que facultaban la calidad de una rotativa offset, último grito en impresión. Abríamos entonces el periódico con la noticia de la semana, del mes, del año, la sanción a los “gladiadores” de la final de la Copa del Rey que aquel año jugaron Athlétic de Bilbao y Barcelona. El Comité de Competición sancionó con tres meses de suspensión a Maradona, Migueli, Clos, Goicoechea, De Andrés y Sarabia, los colosos que entre saltitos se clavaron los tacos al final del partido. El castigo se diluiría luego, pero aún permanece en la retina y en el memorándum del bochorno nacional aquellos lamentables sucesos. El nuevo JAÉN estaba en la calle y sin recovecos: no hay vuelta posible, un periódico, en su presentación social a diario, se expone a la voraz evaluación de unos lectores ávidos de información y a la espera del gazapo mayor del reino. José Sánchez del Moral, a quien la profesión y los periodistas que aún sin peinar canas le miran por encima del hombro, le deben tanto de sintaxis y ortografía, lo tuvo siempre claro: “Un periódico sin erratas es como un jardín sin flores”. En aquellos comienzos no sólo de noticias vivíamos y comíamos, que también, porque anduvimos entre la desesperanza de una clase política que tachaba a aquella pléyade como paracaidistas y la ilusión permanente por moldear un barco que transitara libre entre los surcos olivareros sin más vientos que los vientos frescos de la honrada profesionalidad. Ya lo habían intentado con sonoro éxito y honorabilidad algunos compañeros salientes, los más, lo mismo que también con éxito otros, los menos, expurgaron el Archivo... Todos pasarían a la Administración general del Estado -hasta 5 días estuvo sin salir el periódico en el mes de abril del 84 para forzar la recolocación de todos los trabajadores de la extinta Prensa del Movimiento- y, salvo la excepción que confirma la regla, ninguno ha vuelto a transitar por la vorágine de sacar un periódico todos los días, oficio que curte, da vida y también hincha el hígado propio y el ajeno que escucha y comparte. El desaparecido Club Social del periódico podría dar fe de ello, lo mismo que cualquiera de los garitos de referencia de una época en la que escaseaba la vida tras el cierre con linotipia y rotoplana y había que arreglar el mundo entre sorbos de whisky y bocanadas de humo. Hoy viernes es 14 de mayo. Hoy, 14 de mayo, un lunes de hace 20 años aterrizaba por primera vez en Jaén este náufrago impenitente. A lomos de un Dyane 6 azul y como copiloto de Miguel Peinado. Nunca lo dejé escrito, ahora lo hago, pero siempre lo dije a quien me quiso escuchar: vine para una semana, después veinte, luego treinta días y hoy, precisamente, cumplo 20 años pletóricos de felicidad personal, familiar y profesional. Dos décadas pesan, pero no tanto como el examen diario por el que ustedes comprueban la coherencia o la arbitrariedad en lo escrito. Este serial es un decir gracias a boca llena, no fijen su vista y fotocopien la línea quinta del párrafo tercero. Sólo es periodismo, recuerdos y mucho salsipirri.

Año 1973. El obispo Miguel Peinado bendice las nuevas instalaciones de Diario JAÉN en Los Olivares

Manuel Ángeles Ortiz: Cuna sin cariño

A Manuel Ángeles Ortiz Jaén le dio cuna, pero nunca tuvo su cariño. El amago de reconocimiento del primer ayuntamiento democrático, propiciado por el pintor Miguel Viribay, venía a poner una sola tirita en tan honda herida. Estaba ya muy mayor y poco después moría -abril del 84-. La pelea entre Jaén y Granada, primero por sus restos mortales y luego por su legado, fue sólo un prehistórico intento de una guerra mediática que acabó con triunfo por goleada de la ciudad que le acogió antes de su destierro en París. Aún hoy se desconoce su trascendente obra y la importancia de un artista nacido aquí y que estuvo a la altura de los grandes genios de la pintura del siglo XX.

Morenito de Jaén: el miedo en el cuerpo

Cuento con una mano las veces que he ido por placer a los toros y me sobran la mitad más uno de los dedos. En esto casi que soy como con la mili, intransigente y fundamentalista, pero sin que se note, que está muy feo si se entera, finalmente, mi querido Alfredo Margarito. Por placer, ya les digo, varias, pero por oficio he visitado un montón de plazas de toros, siempre de la mano del inolvidable Higinio y la muy noble y televisiva saga de los Montes. En unas y en otras confieso que nunca lo he pasado tan mal que cuando toreaba Morenito de Jaén: ¡Vaya tío! ¡Qué cabeza! ¡Qué angustia verlo! Paquirri y Esplá le daban la alternativa en Jaén en abril del 84 y durante casi una década vistió de oro con más oficio que suerte. Ahora es un feliz torero de plata.

Genoveva Rojo: El arte de la provocación

A Jaén vino un día lejano de aquellos oscuros 80 una profesional de la salud mental a la que le dio por escribir y contar historias de la calle en este periódico. Aquello empezó medio bien y sonaba mejor: una mujer articulista, con ideas nuevas, además de progresistas, que llamaba a las cosas por su nombre y, aparentemente, no se callaba ni frente al mismísimo López Carvajal... hasta que mentó la bicha en forma de sexo. Un artículo suyo ese año de falsa apostura sembró el periódico de Cartas al Director en su contra. Hablaba de clítoris y placeres terrenales, de jodiendas sin enmienda y hasta de masturbaciones en plural mayestático. ¡Dios, la que se montó! Y eso que el obispo de entonces no mandó a sus mariachis a “lincharla” al amanecer.

Caja Rural: Punto final a la intervención

José Luis García-Lomas, el timonel del sorprendente reflotamiento económico y social de la Caja Rural de Jaén, llegó a la cúspide de la cooperativa financiera de forma casual. El Banco de España vetó a Francisco Castaño como vicepresidente y este profesor de reconocida y recíproca ascendencia con Ramón Palacios fue el relevo de urgencia. Ese mismo mes, marzo del 84, finalizaba la intervención judicial y empezaba un largo caminar hasta pagar los casi 30.000 millones de pesetas que el Estado en -manos del PSOE- tuvo que poner para salvar de la quema a la propia Caja, pero especialmente a Uteco y a la CPA. Enrique Acisclo había llegado poco antes a la dirección general.

Dimisión: “A Escuredo se le nota el rojo”

A Ruiz de Adana nadie le pudo negar en su día una habilidad especial para atraerse la atención de quienes gustaban de estar informados a través de la antigua Prensa del Movimiento. Para ello tenía que transitar por un desternillante filo de la navaja que le llevaba, por ejemplo, a escribir cosas como su famossssssísssssimo “A Escuredo se le nota el rojo”, que sembró de ira antiflechas los despachos del socialismo triunfante de la época. No se sabe realmente si el redactor jefe del JAÉN de entonces, y director in pectore con habitualidad, se salió con la suya o no, pero el caso es que Rafael Escuredo dimitió en febrero de 1984. Era la clave jaenera de una dimisión anunciada.

Planillo de premaquetación manual del periódico de cada día desde los años 90.

(Así describe un capítulo del libro “Diario de un Náufrago”, del que es autor Juan Espejo, la venta de Diario JAÉN hace 41 años. Dejaba de ser entonces medio de comunicación del Estado, 43 años continuados)