Juando Aguilar: ¿Cuántas noches son esta noche?
LA ENTREVISTA
Va de “beatnik”, pero en realidad su vida podría resumirse con la letra de cualquier canción de Perales. Así se describe en la contratapa de su primera novela este jiennense afincado en Madrid y que mira con ojos deseosos a América Latina. Coordinador de Versátiles en Zenda, poeta y creador incombustible, vuelca en ¿Cuántas noches es esta noche? una mirada limpia y sincera dentro de la turbiedad. Un joven deseoso de ser escritor que no sabe gestionar su vida ni sus relaciones, vertebran este relato en el que el amor y el dolor colisionan en una fina línea casi invisible.
—La pregunta obligada. ¿Cuántas noches son esta noche?
—Si contesto a eso voy a hacer un poco de spoiler a los lectores. El título es sólo una excusa para vertebrar el discurso y van a ver que se repite a lo largo del libro. La repetición del título dentro de la novela es un limbo temporal para que funcione. Una novela es el territorio para todo lo posible.
—El personaje es un joven escritor ¿Qué hay de autobiografía y qué de ficción?
—Los escritores somos impostores profesionales, mentimos por trabajo y así tiene que ser, porque nuestro trabajo es robar imágenes para destrozarlas, recomponerlas y reconstruir un relato. Pero hay que recalcar que se trata de una obra de ficción, que por mucho que le robemos a la vida lo que queramos, que para eso es nuestra, ya lo decía Nabokov: “Cualquier versión narrativa una historia real es una forma de ficción”.
—¿Dónde se encuentra el protagonista en esa intersección entre el placer y el dolor?
—Creo que escribir es un asunto de amor y cuando amamos a alguien o a algo, tenemos que estar dispuestos a terminar destruidos porque quedamos expuestos, somos vulnerables; Barthes decía que “siempre fracasamos cuando hablamos de lo que amamos”. A mí me interesan los personajes que levantan contradicciones, que tienen claroscuros, porque al final son como nosotros.
—¿Qué es para usted Jaén en su creación literaria?
—Jaén son mis raíces, mi familia es de aquí y, bueno, aparte de mis raíces mi educación sentimental. Cuando escribo poesía, escribo de la familia, un sitio al que siempre vuelvo. Es una tierra hermosa pero dura. Es preciosa, plateada, pero capaz de hacer daño y es retorcida, como los troncos de los olivos. No tenemos que olvidar de donde venimos, del sufrimiento que conlleva el trabajo en el campo y no romantizarlo.
—¿Cuáles son sus referentes?
—Muchísimos y en diferentes campos, sobre todo miro a América Latina, pero me quedo con algunos como Luis Chaves, Miranda July, Amy Hempel, Mercedes Halfon, Mario Levrero, Natalia Ginzburg, Enrique Vila-Matas, Gueorgui Gospodínov o María Sonia Christoff, por ejemplo.