Una intensa tradición que resplandece en pleno otoño

La Virgen del Rosario es agasajada con múltiples manifestaciones de fe, como los cánticos de los auroros

07 oct 2019 / 16:49 H.

Las fiestas patronales de La Guardia, en honor de la Virgen del Rosario, no son unas celebraciones cualesquiera. Con un contenido puramente religioso, tienen un encanto especial por la presencia de elementos como los auroros, músicos que cantan coplas al son de los platillos, el triángulo y guitarras, a la vez que visitan las casas de los hermanos para invitarlos a la oración. El despliegue ocupa la madrugada previa a la procesión, aunque estos hombres también interpretan las piezas en el desfile.

Ayer, una vez terminado el canto de la Aurora, se ofició una misa matinal en la iglesia conventual de Nuestra Señora de la Asunción. Al término de la ceremonia, como marca la costumbre, el Ayuntamiento ofreció una chocolatada en la Plaza de San Pedro. Las actividades volvieron por la tarde. A las seis y media, como marcan los cánones locales, la Asociación Musical Villa de La Guardia recogió al hermano mayor, el abanderado y las autoridades. Juntos se dirigieron al templo. Desde allí partió la procesión. El cortejo, sencillo pero elegante a la vez, incluía, aparte de a la banda; el alcalde, Juan Jesús Torres, y otros responsables municipales; el párroco, Juan Pedro Moya y el sacerdote guardeño Antonio José Morillo, así como miembros de la cofradía y devotos en general. Dentro de la comitiva había mujeres y niñas vestidas de mantilla y pequeños ataviados con trajes especiales para la ocasión.

El recorrido pasó por las calles Calzadas del Convento, Sagasta, Conil, Cuatro Esquinas, Para y Coronada. En calles serpenteantes, muy estrechas en ocasiones, la imagen recibió varias petaladas. Especial atención mereció la entrada de la comitiva en la Plaza de San Pedro, donde, ante el Ayuntamiento, fue honrada con los cánticos colectivos de los auroros y otros devotos, antes de emprender el descenso hacia la iglesia.

Los cultos previos dedicados a la patrona —asimismo muy concurridos y participativos— se prolongaron entre el miércoles y el sábado. El 2 de octubre, aparte de una misa, hubo otra procesión, durante la que se entonó el rosario. En los siguientes días las sucesivas misas del triduo se dedicaron, específicamente, a los agentes pastorales, los difuntos y los niños que habían hecho de catequesis.