Una procesión de gran altura

Los marcheneros celebran un singularísimo encuentro con su patrona

08 sep 2019 / 11:49 H.

Marchena está después de La Muela. Hay que dejar atrás también a Marchenica y a Vites y a Tobos y a Venta de Ticiano, porque en lo más alto es donde se encuentra esta aldea de Santiago-Pontones, cúspide de la Sierra de Segura. Es llegar septiembre y Marchena se llena de gente. Sus calles son un hervidero de almas serranas que vuelven a sus raíces para venerar a la Inmaculada Concepción. Ayer sábado, y tras dos días de celebraciones festivas, era la fecha marcada en el calendario de forma muy especial. Una misa, oficiada por el párroco de Santiago, Antonio Lozano Marín, en la misma plaza, dio paso a una procesión de casi tres horas. Hacia arriba, hacia abajo, de lado muchas veces, la Virgen recorrió todas las calles, todas las esquinas de esta maravillosa aldea que mantiene intactas sus tradiciones ancestrales como ninguna otra.

Dentro del desorden que caracteriza a esta procesión, ciertamente impera el orden dentro de la sin par anarquía. La Inmaculada llevada a mano por los hombres y por las mujeres que se turnan y le cantan por separado, también le rezan. Pero no es un encuentro con la patrona como en otros lugares. La comparsa Los Cuatro Gatos, de Nerpio (Albacete), la acompañan durante todo el recorrido. Y lo mismo deleitan a los fieles devotos con “Mi gran noche” que con “Lloverá y yo veré” o los pasodobles que más permanecen en la memoria. A la patrona la mecen, la llevan en volandas, descansa en cada casa donde las familias sacan los dulces y los garbanzos, pero también la corren. En el tramo final la procesión, los más jóvenes enfilan la cuesta de la Cañada a todo trapo, con el corazón en la boca. Nadie puede seguirlos, suben a un ritmo con el que casi tocan el cielo. En la cumbre de esa pendiente, paran exhaustos y complacidos de haberlo hecho un año más. Es un milagro de los marcheneros para con su Virgen. En la plaza, que los propios vecinos dedicaron al antiguo alcalde de Santiago-Pontones Luis Parras Parras, presente ayer, como todos los años, como un marchenero más, lo que se vive antes del adiós a la Virgen es algo difícil de describir en palabras. La Virgen es llevada a mano durante todo su recorrido por las intrincadas calles. En la plaza se le alza para que toque el cielo. Los vecinos se arremolinan alrededor en un gran abrazo de despedida, mientras suena la música.