¿Una hija bastarda de la Corona en Alcaudete?

En 1883, una expósita fue inscrita en el Registro Civil con el nombre de la infanta Eulalia de Borbón

20 ene 2021 / 12:03 H.
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Alcaudete, diez de la mañana del 13 de febrero de 1883. Juan Manuel Panadero, encargado de la casa cuna, se presenta en las dependencias del Juzgado. En sus brazos lleva una niña “nacida, al parecer, en la noche anterior” y “expuesta en el entorno del establecimiento” una hora antes, tal y como consta en los archivos del Registro Civil alcaudetense, tomo 20, folio 15, número 2.140. “Es hija de padre desconocido y [Panadero] la exhibe cual la recibiera: envuelta en un pedazo de algodón azul, pañal de lienzo de algodón, armilla de indiana clara, gorro blanco y envuelta en un pañuelo de estambre a cuadros de colores, todas las prendas muy destrozadas”, anota el secretario, Juan Miguel Díaz, que también escribe el nombre elegido para la pequeña: Eulalia. Luego, se detiene. Como tantos otros bebés abandonados, la recién nacida está destinada a cargar con el apellido Expósito durante el resto de su vida, pero el juez, Serafín Hernández, decide para ella una suerte distinta al respecto: Borbón, añade el secretario junto al nombre. Eulalia de Borbón. Igual que la hermana del rey Alfonso XII nacida el mismo día del mismo mes, pero en 1864, y quinta hija de Isabel II, quien había sido reina de España hasta la “La Gloriosa”. El juez y el secretario, además de Marcial Hidalgo y Alonso Serrano, como testigos, y el propio Panadero plasmaron su firma en el documento. Tras ello, el presbítero Manuel Ocaña la bautizó con ese nombre en la Iglesia Parroquial de Santa María ante el padrino y dos testigos. El paso —y el peso— de los años sepultó lo sucedido aquel día hasta que, en 2008, el oficial del Juzgado de Alcaudete Sergio Burgos se topó con la insólita partida de nacimiento. Entonces surgieron las preguntas: ¿casualidad? ¿Una excentricidad? ¿Un vínculo sanguíneo con la realeza? ¿El fruto de una infidelidad en el seno de la Corona?

Aunque la imaginación, exaltada como un caballo sin montura, se desate y cabalgue rumbo a explicaciones dignas de best-seller o incluso de novela naif de baratillo, todo apunta a que la elección de ese nombre fue una simple ocurrencia. De hecho, según el corresponsal Tano García, no fue la única vez que, por aquella época, se inscribió a un expósito en el Registro Civil de Alcaudete con un nombre, cuando menos, pintoresco. No obstante, conocer las circunstancias exactas en las que tuvieron lugar los hechos es imposible. Es más, hay quienes aseguran que existen motivos para no dar por descartada la posibilidad de que la niña fuera el fruto de un affaire de la infanta. Uno de ellos es el investigador José María Zavala, quien, en su libro “Bastardos y borbones: los hijos desconocidos de la dinastía” (Plaza & Janés, 2011), dedica un capítulo al caso de la expósita alcaudetense. Zavala señala que Eulalia se convirtió, “desde joven, en la viva estampa de su madre: caprichosa, desafiante, obstinada, lenguaraz, pizpireta, apasionada, picaresca, sensual... y adorable también”. De ella se ha dicho que fue “la infanta rebelde” porque, entre otras cosas, defendió la emancipación de la mujer y fue la primera infanta que logró divorciarse, tal y como explica Ernesto Villar en un artículo de 2008 en La Razón. Por otro lado, la lista de amantes y rupturas de ambas, madre e hija, era extensa, según Zavala, algo que, en el caso de Eulalia, despertaba la preocupación de su hermano Alfonso, quien trasladó esa inquietud a otra de sus hermanas, Paz, en una carta hallada por el investigador en la Real Biblioteca en 2007 y fechada el 27 de julio de 1883, cinco meses después del nacimiento de la “otra” Eulalia de Borbón.

Más allá de especulaciones, lo cierto es que de aquella expósita poco o nada más se sabe. Según Tano García, “en principio no murió en Alcaudete” porque no hay anotación marginal del fallecimiento, “pero no siempre eran escrupulosos con esas anotaciones e incluso es posible que muriera con otro nombre si, quien se hiciera cargo, se lo cambió por parecerle extravagante”. Aunque “es posible” que la mandaran a la inclusa de Alcalá la Real, “lo más probable es que muriera pronto, como la mayor parte de los niños, por las malas condiciones de estos establecimientos, siempre desbordados y faltos de medios”.

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