Una fiesta de reencuentros en el día más grande de la Milagrosa
La única aldea de Villarrodrigo, lindante con Albacete, vive con amor la procesión

Hace 70 años la Sierra de Segura era de como ahora, completamente aislada, sin comunicaciones, pero muy apegada a sus tradiciones, al ser serrano más auténtico, el que no olvida dónde nació y de dónde viene. Fue en 1955 cuando los mismos vecinos de una aldea muy pujante antaño, que da nombre al río y al propio valle de Onsares, decidieron construir una ermita para honrar a la Virgen Milagrosa. Entre todos la construyeron y entre todos pagaron la imagen, con un fervor y una devoción que se mantiene generación tras generación, como ayer quedó demostrado. Más gente que nunca para arropar la Milagrosa en su día grande, una fiesta de reencuentros que propició que su calle principal se iluminara con los ojos de quienes llevaban tiempo sin verse. Misa y procesión posterior con un sol de justicia que no hizo decaer los vivas a la patrona de Onsares. La mejor muestra de que todo el trabajo de padres y abuelos estuvo bien hecho hace 70 años es que la ermita sigue en pie por el cuidado de quienes ahora pueblan Onsares y los cipreses dan sombra y cobijo a una imagen que despierta pasión y entrega. También sobresale un pinsapo de recio tronco, un árbol de la serranía de Cádiz, al que seguro riega la Milagrosa.
Ana Mendoza García afirma que nació y se crió allí y, aunque es devota de todas las vírgenes, “como la Milagrosa no hay ninguna”. “Es la mejor y es a la que más fervor tenemos”, asevera. La Milagrosa es lo más grande, el día de fiesta para todos. Celebramos el 70 aniversario de la apertura de la ermita rodeados de gente este año”, destaca Desiderio Alguacil. Asimismo, Francisco Bermúdez pone en valor que “es su Madre, quien les protege”.” Vengo todos los años desde Orcera, nací y tengo casa aquí. Soy devoto de toda la vida de la Milagrosa”, añade. Adoración Palomas cuenta que en los recreos de la escuela, cogían piedras para los cimientos de la ermita y es que “la Virgen se compró pidiendo de casa en casa”, y ella lo vivió. “Mis raíces son del Cortijo de Raimunda, que era mi abuela, aquí al lado, desde donde bajaba a comprar a Onsares. Nunca me pierdo la procesión”, dice Emilia Garcelán.