Un puente de 500 años
El mitrado pidió al Papa que prohibiese que ningún gobernante cobrara por pasar
El año 1500 es preconizado para la Diócesis de Jaén, un obispo que procede de Lugo y que anteriormente lo había sido de Mondoñedo: Alonso Suárez de la Fuente del Sauce. Murió en 1520.
Nacido en un pueblecito cercano a Arévalo, llamado La Fuente del Sauce, fue ascendiendo desde sus estudios jurídicos, cuando residía en el Colegio Viejo de San Bartolomé de Salamanca, hasta la presidencia del Consejo del Reino con los monarcas, Juana, la quizás mal llamada por la historia como “Loca”, y Felipe, el llamado “el Hermoso”. Pasó por otros cargos importantes del reino como la presidencia adjunta durante pocos años, o el tribunal de la Inquisición junto al célebre Torquemada cuando este contaba ya muchos.
El obispo toma contacto con una diócesis extensa, difícil de recorrer por su orografía y, para postre, divididas las posesiones más relevantes del Obispado, por el río Guadalquivir, en un punto muy cercano a Baeza, una de las ciudades más importantes de aquella época que, junto a Úbeda, eran en las que la nobleza más importante del reino (Cobos, Molinas...) habitaban. También al otro lado del río se encuentra Begíjar, el lugar preferido como residencia veraniega del clero, donde el obispo Suárez incluso manda construir un palacete que aún hoy sigue en pie como museo rural y de costumbres.
Muy largo sería describir todas las obras que mandó construir, como fueron iglesias, conventos, monasterios y demás recintos religiosos, aunque la más importante por su envergadura fueron las efectuadas en la Catedral de Jaén, donde una magnífica Capilla Mayor daría estancia al Santo Rostro y, en un futuro, el 13 de mayo de 2001, acogería su descanso eterno. Era de estilo gótico isabelino que, por motivos diversos, hubo de ser derribada a lo largo del tiempo y debido a esas obras que mandó hacer y de las que muchas veces fue su mecenas obtuvo el sobrenombre de “el Obispo Edificador”. Entre sus prioridades estaba, desde el primer momento, la construcción de un puente sobre el Guadalquivir, ya que entonces era vadeado cuando las aguas disminuían en el estío, pero en épocas de deshielo de las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas aumentaba el caudal de tal forma, que los puentes de madera o incluso de barcas, eran tan peligrosos que no sólo arrastraban a los animales y enseres, sino que también se perdían vidas humanas.
Con todo esto, en 1505, el obispo contrata a un maestro de cantería natural de Begíjar al que, seguramente, conoció en sus días de asueto en su residencia de dicho pueblo. El maestro se llamaba Pedro Mazuecos que, por supuesto, no es el que participó en el otro puente de Baeza que lleva dicho nombre y que, en este sí, participó Vandelvira años después.
Las obras comenzaron como queda dicho en 1505 y fueron acabadas en 1518, es decir, ahora se cumplen los cinco siglos desde su terminación, y es por esto que hoy quiero rendir un pobre homenaje a quien con su propio esfuerzo, sobre todo económico, hizo realidad un sueño de unir ambas orillas para que hasta 1986, año en que se inauguró el otro puente, sirviera para que, sin peligro, circularan por él personas y animales, con sus carros, diligencias e incluso los vehículos más modernos de motor con miles de kilos de carga en camiones y remolques de tractores hasta esa fecha.
El precioso Puente del Obispo, construido con un estilo gótico, tiene cuatro arcos que consiguen tener una pendiente para salvar el desnivel entre ambas márgenes, con la amplitud de sus radios en cada arco (10 metros; 7,60 metros; 6 metros, y 5,80 metros, respectivamente, comenzando por el más cercano a Jaén, de tal forma que estas diferencias consiguen salvar el citado desnivel. Sus pilas intermedias son cilíndricas de 6,40 metros, con tajamares para facilitar el paso de las ramas u otros elementos que podrían obturar el paso de las aguas, siendo circulares aguas abajo y en ángulo, aguas arriba, para conseguir dicho fin. Estos arcos sirven de refugio y sustentación para sus nidos de muchas aves que allí se encuentran desde hace muchos años.
En la izquierda del comienzo del puente, según se entra desde el lado Jaén, en el estribo, hay una pequeña capilla ejecutada con los mismos materiales que se usaron para el puente. De estilo gótico tardío, con una puerta con arquivoltas desnudas, sin adornos ni escultura alguna y, a cada lado, hay un escudo heráldico.
Tenía sobre la puerta una inscripción que decía según transcribió Ximena Jurado: “Esta puente se llama del obispo. Hízola toda a su costa Don Alonso de la FuenteelSauce, obispo que fue de Mondoñedo y después de Lugo, y el año de mil quinientos de Iahen. Y dexó el paso libre della. Y es libre a todos sin pagar tributo alguno. Comenzola el año de mil y quinientos y cinco y acabola año de mil y quinientos y diez y ocho. Y concede a los que por ella passasen, y rezasen una Ave María a honor de la Virgen María cuarenta días de perdón”. Esta estancia, dedicada en honor de Santa María, debió servir como refugio y vigilancia para una persona que estaba allí para ayuda de los caminantes y no, como desgraciadamente he podido leer en alguna ocasión, para cobrar un peaje por el paso.
El obispo Alonso Suárez pidió al Papa que enviara una bula donde quedara bien claro para la eternidad que se prohibiera a todos los gobernantes, tanto religiosos como civiles, que jamás se podría cobrar peaje alguno por el paso por él y, si acaso, pedía a los transeúntes una oración por su ánima. Así lo hizo el Papa y así se fue cumpliendo durante estos siglos.
En los lados de la puerta de esta capilla hay una lápida a cada lado donde figura el escudo del obispo, que es una fuente de la que mana un sauce que fue el homenaje que dedicó a su lugar de nacimiento igual que su segundo apellido.
En definitiva, esta hermosa obra realizada por aquel obispo de visión de futuro y por las directrices de aquel maestro Mazuecos ha resistido los ímpetus de las riadas de un río que desde Cazorla lleva sus aguas hasta Sanlúcar, de él dijo Antonio Machado:
¡Oh Guadalquivir!
Te vi en Cazorla nacer
Hoy en Sanlúcar morir.
Un borbollón de agua clara,
Debajo de un pino verde
Eras tú, ¡que bien sonabas!