Un don, un oficio, una amistad

Paco Sáez y Domingo Quesada mantienen viva en Bailén la tradición alfarera

04 jul 2021 / 18:55 H.
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Paco Sáez y Domingo Quesada cuentan con méritos de sobra para consagrarse como maestros de un arte lleno de tradición y autenticidad como es el de la alfarería. En sus manos, una simple pella, hosca y muda, puede convertirse, en segundos, en la hipóstasis de la belleza. Un talento inefable domina su nervio. Con el uso de sus dedos, de tan sólo sus dedos, son capaces de condensar en un centímetro un universo. Paco y Domingo, Domingo y Paco. “La Casa del Artesano”. Refugio de la creatividad y el genio, donde la imaginación impone su matriarcado. Bailén, dónde si no. El jiennense lo tiene a un paso. Es un simple paso hacia lo cósmico.

Corrían los silentes años sesenta cuando Paco Sáez, villanovero de cuna y bailenense de adopción, decidió transformar una casa sita a una margen de la carretera de Linares en un taller de alfarería. Allí, con su mujer y sus dos niños vivió sus mejores años hasta que, en 1996, un brusco golpe de la vida detuvo la actividad en el taller. Sus puertas permanecieron cerradas un lustro. Fue después de regresar a aquel lugar en el que aprendió a ser feliz cuando Domingo Quesada, linarense, se topó en su camino. “Oye, ¿me enseñas?” Domingo era fresador, pero no había tarde en la que, después de trabajar, no llamara a la puerta de Paco para matar el gusanillo de la alfarería que se desperezaba. Escuchaba con atención al maestro. Se le daba bien. Y de aquellas tardes que acababan convirtiéndose en noches y madrugadas, salió una amistad inquebrantable y se consolidó una pasión compartida. Domingo lo tuvo claro: “Dejo el trabajo y me vengo aquí”. El tiempo, sabio de sobra, le dio la razón.

<i>DE MEMORIA. Paco Sáez moldea barro en el torno de su taller en “La Casa del Artesano”.</i>
DE MEMORIA. Paco Sáez moldea barro en el torno de su taller en “La Casa del Artesano”.

Los dos amigos apostaron desde el primer momento por la innovación, por no quedarse en lo que ya conocían del barro, sino intimar más con la materia prima y dar rienda suelta a todo cuanto su mente alumbrara. Paco y Domingo sacaron, del barro, al moro Ramón, que da la bienvenida a la “Casa del Artesano”, también una exquisita recreación de escenas de la recogida tradicional de aceituna, y otra del antiguo oficio del artesano. Su variopinto conjunto de piezas de toda índole —desde amplios murales a pequeños llaveros— forma parte de un tesoro de valor incalculable en el corazón de la provincia jiennense.

Hoy, con Paco ya jubilado, Domingo es quien está al frente del negocio. Pero la cabra tira al monte, y Paco sigue yendo, casi a diario, a visitar a su amigo y a recordar cómo era aquello de ensuciarse las manos. Un don, un oficio, una amistad.

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