Sotogordo: una pedanía llana rodeada de vegetación y vistas siniguales
A las puertas de La Loma, este enclave vive su época de más vitalidad en verano, sobre todo con su temperatura, pero la tranquilidad es algo habitual

El verano es una época que siempre invita a numerosas personas a desplazarse a aquellos rincones que les recuerden a sus orígenes o que, directamente, se instalaron una vez conocieron ese lugar. Este es el caso que puede describir a Sotogordo, pedanía de Mancha Real en la que, durante todo el año, residen unos 60 vecinos, pero que ahora hay más de un centenar de personas, pues muchas de ellas acuden de otros municipios, pero otras de Madrid o de Barcelona. Son días en los que la gente sale a tomar el fresco, a tener esas conversaciones junto a la puerta de las casas, de hecho en algunas directamente están puestas las mesas y las sillas preparadas. También, los más jóvenes pueden corretear por la calle con las bicicletas o los patinetes, así como jugar a la pelota sin tener preocupación alguna por la hora. Todos, aunque muchos se vean solamente en verano, se conocen. Aunque, como suele suceder en estos casos, hay señales que muestran vestigios de un pasado mejor. Este es el caso del antiguo colegio, donde ya no hay alumnos y ya, si hay algún niño de Sotogordo, va a Baeza.
Su superficie plana es una de sus señas de identidad, pero también la blancura de sus casas, y algunas de ellas están muy elegantemente adornadas con cipreses de originales formas. También llama la atención su campo de fútbol, de césped artificial, donde los jóvenes pueden practicar su pasión. Pero, también, hay varios senderos que invitan a ver la naturaleza que rodea Sotogordo. A las puertas de estos caminos, también hay un merendero con un parque para los más pequeños. Sus imponentes árboles dan paso a una explanada de huertos que ofrecen un paisaje único. Aunque, sin duda, un camino arreglado es el que lleva a la conocida como Fuente de “El Porro”. Está rodeado de ramas que, incluso, llegan a formar dos arcos para contemplar una fuente escondida que, pese a que no da agua, muestran el reflejo de otra época de este poblado de colonización agraria creado en 1956, según proyecto de Felipe Pérez Somorriba y con la dirección de obra y modificaciones a cargo de Juan Ponce Bago. Un lugar mágico para un verano de los de “toda la vida”. Hablar del Jaén desconocido es ahondar aún más en el Jaén siempre rural, porque si a veces no sabemos de la existencia de nuestros propios municipios, menos aún de aldeas recónditas.
Artículo de Álvaro Tocci: “Esa vega de la que se nutría toda la provincia”
Tiene la hechura de todos los pueblos de colonización, casitas adosadas perfectamente alineadas, en blanco puro y con calles milimétricas que van a dar a arboledas ya consolidadas con el paso de los años, puesto que han pasado casi siete décadas desde que esos pinos se plantaron y falsos plátanos. Sotogordo tiene un atractivo especial aunque esté aparentemente tan escondido, puesto que no se tarda nada desde la autovía de Baeza y Puente del Obispo y si queremos adentrarnos en la vega interior del Guadalquivir, nos vamos por Vados de Torralba, otra opción de llegar hasta allí. Conforma Sotogordo (Mancha Real), junto con la propia Vados (Villatorres) y Campillo del Río (Torreblascopedro) un triángulo agrícola de alto octanaje antaño puesto que esa vega, regada abundantemente por el río grande andaluz. Con el paso del tiempo, esta vega se ha venido a menos porque se han plantado olivos incluso al borde mismo del cauce y solamente Campillo del Río mantiene esa fortaleza agrícola con productos que explotar y la mejora de la distribución de las grandes superficies hace que los productos locales queden aparcados en beneficio de otros que vienen de otros países, por ejemplo Marruecos, más baratos, aunque lleguen con enfermedades y no sepan a nada. La modernidad en la que estamos instalados y de la que nadie nos va a sacar. Sotogordo tiene su historia, como todos los pueblos, sus singulares fiestas patronales en honor a la Virgen del Soto, y además, en su iglesia se encuentra un Papa esculpido en piedra, una singularidad que no se da en ningún otro lugar de la provincia. Es solo por ello, además de la hospitalidad de sus gentes, por lo que deberíamos plantearnos una visita a ese Jaén desconocido, pero a la par tan cercano, ese Jaén habitado y no tan lejano no sólo físicamente, que se merece la atención de quienes gustan de conocer siempre donde viven.