Senda de una aventura triunfal

Matthew Try llega a Santiago de Compostela tras salir de la capital hace más de un mes para hacer el camino

02 mar 2020 / 16:23 H.
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Dicen que hace fatal veintiún días para limpiar y purificar el alma. El doble es lo que ha necesitado Matthew Try para recorrer el camino de Santiago desde la capital jiennense. Una ruta que no ha sido nada fácil, que desde el principio anunció sacrificio y esfuerzo, puesto que nada más salir a la calle empezó a llover, al día siguiente le cayó una nevada, pero que, a pesar de cada contratiempo, deja en él la satisfacción y el orgullo de haber logrado llegar a la meta y haber cumplido la aventura de la mejor manera posible. Un recorrido que hizo a sabiendas de que llegaría a terminarlo a pocos días de su cumpleaños. Ahora toca regresar a casa y volver a una normalidad que, según confiesa, no sabe tampoco exactamente cuál es ni lo que supone porque afirma que todo lo vivido durante más de un mes irá reflejándose poco a poco.

“Todavía no sé lo que siento. Ha sido un poco difícil de describir. Termina algo que no sabes por qué se acaba. Han pasado cuarenta días y no parece real. Supongo que poco a poco saldrán emociones, porque ya he llegado, pero, ahora, ¿qué? Llegas y se acabó”, reconoce Matthew Try.

Por el camino ha vivido miles de historias, muchos momentos que están agolpados en su mente esperando a ser procesados, pero mientras tanto, solo tiene palabras de afecto y gratitud para todos los que le han acompañado desde la distancia en la travesía, incluso aquellos que sin conocerle le escribieron en sus redes sociales tras conocer la historia a través de un reportaje publicado anteriormente en Diario JAÉN. “Lo más extraordinario del viaje son los sentimientos de la gente, lo que me han dicho en redes sociales. A raíz del reportaje que ya se publicó en el periódico mucha gente me pidió amistad y comenzaron a seguirme, gente que me han escrito sin conocerme, pero me daban las gracias por compartir esta historia”, explica.

Sin embargo, reconoce que, aunque no sabía qué esperar, el final del viaje le dejó un sentimiento de vacío, de no saber que es lo próximo o que debía de sentir en una situación así, un momento extraño y raro que, a la vez, era único y muy personal para el viajero. “Lo más curioso es que cuando llegué me quedé un poco vacío, pero fue gracioso que al entrar por una de las calles un hombre me aplaudió. Me miró y simplemente lo hizo. Quizás fue lo mejor de la entrada. Al llegar a la plaza había mucha gente, además estaban grabando una película, realmente no me pareció un momento que fuese privado. En las últimas horas pensaba si debería estar llorando o emocionado y con una alegría enorme y al final de pensar que debería de sentir creo que no llegué a sentir nada”, añade sobre el final de una etapa inolvidable llena de anécdotas y recuerdos.

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